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La formación representativa de Alzira, con Lluïsset y Roberto se impuso a la de Rafelbunyol, con César y Moro por 30 a 25 en la gran final del Ruralcaixa de Raspall disputada ayer en el Trinquet Municipal de Xeraco, que registró un lleno completo en sus gradas. Decenas de seguidores procedentes de los pueblos finalistas, de aquellos de donde son naturales los jugadores o desde donde ejercen como monitores de escuelas de pelota, además de la mucha afición de un pueblo señero como Xeraco, colaboraron a convertir esta final en una de las más hermosas que se recuerdan. Y no digamos cómo ayudaron a la fiesta los protagonistas del evento, con su juego, con su actitud, con sus sentimientos y con su carisma. Lluïsset y Roberto siguen escribiendo las páginas más hermosas de la historia del "raspall" de los últimos tiempos. No exageramos, ni menospreciamos con esta comparación. Nos atenemos a la realidad que se vive, a la verdad. Las competiciones de clubes son otra cosa, poseen otra magia. La de ayer fue la expresión de toda su carga emotiva: pancartas, gritos de ánimo, cánticos, gestos de exquisita deportividad, lágrimas, palpitaciones...Es mucha la densidad de pasiones que acumulan. El "raspall", además, tiene una magia especial: cada "quinze" es un sinvivir de emoción. Para aquellos que no lo conozcan y les haya dado por leer estas líneas: es una cosa así como una final de fútbol resuelta tras veinte tandas de penaltis. Una cosa así se vivió ayer en Xeraco: cada golpe un derroche de tensión.

Derroche de energías

César y Moro comenzaron dominando los espacios. Roberto, siempre seguro e inteligente, buscaba el fallo del zaguero rival, un tanto nervioso en los juegos iniciales. Lluïsset restaba con solvencia, con ambas manos, con rebotes, de "volea", de "bot i braç"; un repertorio de jugador exquisito, de paladar. Y sin embargo, Moro se erigía en el dominador del trinquet. Marcaba el ritmo del juego porque su raspada" es rematadora desde todas las posiciones. Acaparó el de Alcàntera de Xúquer todo el protagonismo en la pareja, todo un derroche de facultades. La pareja de Alzira aplicaba el criterio de la paciencia, sabedores de que era su mejor arma. Y lo fue. En cuanto Moro flaqueó, porque aquel ritmo era imposible de sostener, se pasó del 20-15 para Rafelbunyol al 20-25 para Alzira entre el delirio de sus aficionados. Fue el momento en que César cobró el protagonismo que requería Rafelbunyol y se llegó a la igualada a 25. Agotados los músculos, envió Lluïsset mensajes de inteligencia a sus rivales, Desde el resto, en el juego definitivo, elevó la pelota para salvar a Moro y buscó la "careta", la mano izquierda de César, su punto débil. Y Roberto, a la suya, parando, templando, cruzando, en una magistral demostración de sabiduría. Su izquierda es un gozo. Tuvo el privilegio de rematar el último "quinze", cuando apenas nadie podía sostenerse en pie: los jugadores, tras dos horas de pelea de gladiadores y los espectadores, con el corazón en un puño. El triunfo fue la liberación de las tensiones acumuladas: abrazos, lágrimas, cánticos...Los pelotaris contagiaban a los espectadores y estos elevaban a la categoría de héroes a unos deportistas que por nada del mundo cambiarían todo lo vivido ayer en Xeraco. Lo contarán a sus nietos. Y lo harán orgullosos por haber esculpido una obra de arte dedicada a los sentimientos.