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En aquel verano de 1868 se inauguraba un nuevo trinquet en la ciudad de Valencia, alabado por la prensa de la época como el más cómodo. Se hacía junto al Tiro de la Gallina, cerca de la Estación, fuera de las viejas murallas. Se inauguraba días antes de la Gloriosa, aquella que acabó con Isabel II, gracias, entre otros, a Riego. La pelota valenciana, tiempos de Galapán y El Tramuser el Simpático, convertiría a este precioso recinto en la catedral de este deporte. Jugar en Pelayo, pertenecer a la plantilla de la empresa, era la máxima aspiración para cualquier pelotari surgido en las calles o trinquetes de cualquier pueblo valenciano.

Historia de genios

Hasta allí llegaron nombres como el Rovell de Dénia, El Nel de Murla, Moliner el de Alboraia, o Terencio el de Simat, el Xiquet de Sueca, Fuentes o el Faixero, el Fusteret de La Llosa o el Lloco, el de Burjassot...míticos nombres que dejaron su huella para gloria de este deporte. Allí se disputaron grandes desafíos o partidas benéficas como aquella que fue homenaje al acorazado Potemkin, en plena guerra civil, con la presencia de nombres como Quart y Llíria, inmortalizada por el inolvidable Finezas...Allí se consagró Juliet, o se formó Rovellet; allí deleitó Ruiz; su afición se rindió a Eusebio, y vibró, como nunca, con Genovés. Sus murallas lo han visto todo, desde los golpes elegantes del Xatet II, el de Carlet, a la volea majestuosa, infinita de Grau; desde la enciclopédica sabiduría de Sarasol II a la épica remontada de Álvaro. Allí se ha vivido gloria y se ha vivido decepción; allí, durante siglo y medio se ha escrito lo más grande de este deporte.

Partida histórica

Y allí, dentro de unos días, el próximo domingo, se cerrará, muy probablemente, un ciclo de dos décadas en la historia del Circuit Bancaixa. Nace este verano el Trinquet de la Ciutat de la Pilota, en el término municipal de Moncada, a un par de kilómetros del eje viario de la Autovía del Mediterráneo, dotado de todas las comodidades del siglo XXI, especialmente pensado para las retransmisiones televisivas; para las comodidades de un tiempo en que hombres y mujeres se acercan a este deporte, con una capacidad que duplica a la del trinquete de la capital, en cómodas butacas, calefacción, aire acondicionado...amplio aparcamiento, cercano a la estación del metro... Pelayo seguirá alzado en el corazón de la capital, en un espacio protegido en el que, al menos de momento, sólo se puede practicar este deporte. Pelayo ha sobrevivido a toda clase de envites, a competencias de otros trinquetes de la capital, como el de Juan de Mena, Marchalenes o Levante; al paso del tiempo y cambio de modas, regímenes y gobiernos de toda clase. Allí, último refugio de la capital donde el valenciano es lengua común y diríase que única, se vivirá el próximo domingo una jornada para la Historia. Quiera ésta que sea una jornada de futuro y no de pasado. ¿Seguirá siendo Pelayo la catedral? En el alma de la Historia, sin duda; en la del futuro, quién sabe...