Para que España gane el Mundial -único objetivo aceptable en vísperas del Campeonato- debe ganar a Chile y resolver a continuación cuatro eliminatorias a un partido, en octavos, cuartos, semifinal y final. Cuando amanecen las primeras dudas sobre el rendimiento de la selección, demostraremos que las leyes estadísticas hubieran enfriado el entusiasmo desatado de los campeones preventivos del Mundo.

La probabilidad de obtener siempre cara al lanzar una moneda cinco veces, con las opciones al cincuenta por ciento, es del 3.12 por ciento. Es decir, sólo sucederá en tres ocasiones de cien intentos. La cruz, que supondría la eliminación de España, se producirá en las 97 restantes. Los patriotas futbolísticos esgrimirán en este punto la presunta condición de favoritos, que supondría una ventaja de partida en cada enfrentamiento.

En primer lugar, la visión de Fernando Torres deambulando frente a la superpotencia de Honduras ha suavizado la vanidad española. Sin embargo, vamos a pecar por exceso, suponiendo que los discípulos de Del Bosque tengan una opción del 80 por ciento de ganar cada partido. Es decir, que sean cuatro veces superiores a sus cinco rivales sucesivos. Aun así, la probabilidad de ganar el Mundial sería únicamente de un 33 por ciento, frente a un 67 de derrumbarse en algún lance previo.

Siempre en búsqueda del consenso, admitamos que España arranque cada partido con un 60 por ciento de ventaja, pese a que no lo tiene garantizado ni contra Chile y mucho menos contra Brasil/Portugal. Embargados por esta euforia predictiva, nos quedamos con una probabilidad victoriosa del ocho por ciento. Es decir, España tiene un 95 por ciento de probabilidades de perder el Mundial, en el caso más favorable que ya no defienden ni los familiares de los jugadores.

El error de partida surgió de una confusión conceptual. España nunca fue favorita, sólo candidata. Ninguna selección partía con más de un diez por ciento de opciones de obtener el Mundial, todas las que rondaban ese listón podían avalar su candidatura. Sumando sus probabilidades, se llega al cincuenta por ciento.

Por acabar con un rasgo positivo, España no ha de confiar tanto en el potencial de su selección como en las decepciones acumuladas, que le obligan a ganar de una vez.