Isner y Mahut han protagonizado una de las hazañas más extraordinarias en la historia del tenis, al disputar el partido de mayor duración de todos los tiempos. Televisiones del mundo han recogido con profusión el hecho de que un partido de tenis durara tres días. Sus protagonistas merecen todos los honores.

Seguramente una de las razones de esta duración es el sistema de tanteo, heredado de viejo Jeu de Paume, que cuenta por quinces. Un sistema de inspiración sexagesimal, de base sesenta, y de remoto origen babilónico. Los juegos se consiguen tras vencer en cuatro quinces, cuatro cuartos de una hora -el tiempo se mide en base sexagesimal- pero siempre con dos quinces de diferencia para ganar el juego. En la final de Wimbledon hay que ganar un mínimo de 18 juegos para proclamarse campeón. Los partidos pueden durar varias horas.

La pelota valenciana, mucho más antigua que el tenis y con el mismo origen cuenta por "quinzes". Actualmente se establece un número fijo de juegos, pero hubo un tiempo, y no tan lejano, en que las partidas se contaban "a pujar i baixar", es decir, si un equipo ganaba dos juegos seguidos y el equipo contrario el juego siguiente, lo descontaba. Y se establecía como vencedor al que alcanzara ocho juegos de diferencia. Ello provocaba que, al igual que ha ocurrido entre Iser y Mahut, muchas partidas se eternizaran.

La rica historia del deporte valenciano recoge infinidad de encuentros que duraban varias jornadas. Peris de Ondara, una de las grandes figuras de principios de siglo XX, contaba al recordado Miguel Angel López Egea que en Benissa, a principios de siglo, tiempos de Penya de Benimeli, Nel de Murla, Barber de Beniarbeig o Suñer de Gabarda, hubo una partida que duró cuatro días seguidos por lo que el alcalde ordenó en un bando que se finalizara inexorablemente a las doce del día siguiente, fuera cual fuera el resultado. Y es que en cincuenta kilómetros a la redonda nadie iba a trabajar...

Rovell de Dénia, padre del legendario Rovellet, cuenta de un partido jugado en 1919 en el trinquet de su pueblo, que enfrentó a Segarra de Xàbia, Zurdo de Marí y Felipe de Guardiola contra Roca de Benissa, Septiembre de Ondara y Rovell de Dénia y que duró más de diez horas. Con una apuesta de cuatro mil pesetas de la época -una herencia de naranjos- los pelotaris acabaron con las manos destrozadas.

Y el legendario Xiquet de Llanera, el más grande del "joc de carrer" de todos los tiempos, recuerda el partido jugado en Benissa en 1930: Patilla de Alaquàs, Carnicer de Vilamarxant, Gualo de Rafelbunyol, y Mestret de Massalfassar se enfrentaron a Palleter de Benissa, Xiquet de Llanera Pavia de Villalonga y Rondanet de Benissa. Dicen que fue un partido fabuloso, emotivo y apasionante y que tras dos días consecutivos venció el equipo de Emilio Revert, "Xiquet de Llanera", que destrozó ¡cinco pares de alpargatas!