Josep Bartual

valencia

El Gran Premio de Europa ha dado un pequeño pasado adelante en su tercera edición, aunque demasiado tímido como para consolidar la carrera en el calendario del campeonato del mundo de Fórmula 1. El circuito urbano se siente cada vez más integrado en la ciudad de Valencia y la organización de la prueba, encabezada por la empresa Valmor Sports tiene bajo control todo el trabajo que rodea el evento. Sin embargo, deportivamente las carencias del Gran Premio son todavía un lastre demasiado grande. Es lo que impide despegar a Valencia. A pesar de los cambios en la reglamentación, los monoplazas apenas pueden adelantar en el trazado del Puerto. La cuestión no tiene fácil solución, aunque al menos, la carrera se cargó de emoción con el espectacular accidente de Mark Webber y la entrada del coche de seguridad, que apareció por primera vez en tres ediciones. Pero lo que todos los aficionados quieren ver, que es a Fernando Alonso en el podio, todavía se resiste, y eso es lo que más daño hace a la prueba.

El cambio de fechas del Gran Premio de Europa era previsible que fuera un acierto. No tenía mucho sentido que la carrera se celebrara a finales de agosto, por lo que su nueva ubicación en el calendario ha traído necesariamente mayor ocupación hotelera y mayor repercusión económica a la ciudad. Pero quizá no tanta como las cifras que ha revelado la Generalitat Valenciana. Es cierto que la ciudad está más viva, pero la cifra total de asistencia al GP es similar a la del año pasado. Unos dos mil espectadores más han venido en esta ocasión, un número poco significativo. Según ha podido saber este periódico la presencia de público extranjero tampoco ha variado significativamente y está en torno al 40 por ciento del total. Otros indicadores, como la ocupación de yates en la dársena interior, también reflejan cifras similares (en torno a cien embarcaciones atracadas durante la carrera).

Sí ha mejorado la acceso al recinto del circuito, que por primera vez este año se ha abierto a la ciudad tras las carreras, como por ejemplo ocurre en Mónaco. Eso ha facilitado también la supervivencia de los pocos negocios que hay en el interior del puerto. Lo que no deja de sorprender es la normalidad con que la ciudad acoge la prueba. Con 1.800 agentes destinados para reordenar el tráfico, una parte de Valencia es capaz de acoger un Gran Premio de F1 y la otra vivir totalmente desconectada del evento. Las molestias las asumen todos los vecinos de la zona del Marítimo, que durante una semana viven sitiados y sin apenas margen de maniobra.

El glamour cuesta ganarlo

En la tercera edición el ambiente en el paddock ha sido algo más tibio. Para convertirse en un competidor de Mónaco, a Valencia le queda mucho camino. El glamour cuesta ganarlo. Pocas caras conocidas en la prueba.

Pero lo que verdaderamente falla en el Gran Premio de Europa es su esencia, la cuestión deportiva. Las carreras, salvo accidentes como el de ayer, son realmente aburridas. El trazado no da muchas concesiones. Cierto, es muy seguro para ser urbano, pero también anodino. Y, encima, Fernando Alonso parece que no logra deshacerse del mal fario que le rodea en esta carrera.