Álvaro Faes

Valencia

Accidente espeluznante en la pista. Webber por los aires y su coche hecho trizas encojen los corazones en Valencia. Se anuncia la lotería del coche de seguridad y Vettel tiene un número con premio. Es líder y disfruta de pista libre porque el Mercedes no llega a tiempo de taponarle. Hamilton y Alonso lo sufren. Y llega la pillería del inglés, una jugada de potrero, de delantero con hambre, de esos que escapan de la miseria gracias al fútbol. El asturiano no da crédito. Ha visto cómo adelanta al safety y se pierde en el horizonte mientras él tiene que rodar a ralentí detrás del coche plateado. Justo detrás, Massa también maldice su suerte. Tarda en recibir el castigo, pasan quince vueltas y cuando llega ya no le afecta al inglés. Segundo en la carrera y un buen bocado al Mundial. Lidera el campeonato y le toma 29 puntos al asturiano, el eterno rival, distanciado gracias a la picaresca. Arde el campamento de Ferrari, rabia por su mala suerte e ira por la trampa. A ellos, italianos, especialistas en sacar partido del desorden.

Nadie vio lo que Hamilton había hecho. Sólo Fernando Alonso, ojiplático, incrédulo, que al instante pulsó el botón de la radio. Avisó a Andrea Stella, su ingeniero de pista, de la irregularidad en la vuelta 10, una vez repuesto de la impresión que causa Hamilton luchando en una curva con el coche de seguridad.

Mientras el inglés se escapaba con una sonrisa en la boca, Alonso y Massa sufrían atrapados en la lentitud, e intercalados entre el Mercedes plateado que conduce Bernd Maylander y el coche médico, que acudía a socorrer a Mark Webber.

El piloto asturiano dio la voz de alarma y el mecanismo se activó. Ferrari da parte a los comisarios. Correo electrónico directo al buzón de Charlie Whiting. El director de carrera pide las imágenes, las somete al estudio de sus compañeros y resuelve colocarle a Hamilton un drive through.

En la operación se van 25 minutos. El inglés estira las tres vueltas que le permite el reglamento y lo cumple en la 27. Se da un paseo junto a su garaje y regresa como en la misma segunda posición que se ganó con su argucia. El castigo era mucho menor que la ventaja conseguida con la jugarreta. "No entiendo que se necesiten 25 minutos para ver una repetición", lanzó Alonso con sangre en el ojo ante los periodistas ingleses.

Ni un reproche al coche de seguridad, a su falta de oportunidad. Sólo a la tibieza de los comisarios con Hamilton, a su escasa cintura. Lo del inglés esta temporada empieza a tener gracia. Juega al límite, exprime el libro de normas y le está saliendo bien la cosa. En Malasia salvó una reprimenda su zigzagueo delante de Petrov. Luego invadió la zona de trabajo del pit lane de China, en un mano a mano eléctrico con Webber y ya en Canadá, se quedó sin gasolina para volver al garaje el sábado, y logró una pole muy ajustado, con la ayuda de su coche tan descargado. La FIA dijo que aquello no podría repetirse, que se castigaría.

Hubo sanción, pero muy tarde

Y ayer, aunque sí hubo sanción, llegó tan tarde que Hamilton ni se enteró. Vamos, que le vino a cuenta saltarse el reglamento porque terminó segundo. Atado a la legalidad, habría rodado junto a Alonso, octavo al final, castigado por esta vez sin premio en la lotería del coche de seguridad y distanciado en el campeonato, ahora en manos de McLaren con sus dos pilotos al frente.

Alonso ganó una posición con la tarde avanzada porque del guirigay que se montó con el coche de seguridad salió una retahíla de sanciones. No sólo la de Hamilton. A nueve pilotos les colocaron cinco segundos por correr demasiado camino del pit lane cuando apareció el safety. Button, Barrichello, Hulkenberg, Kubica, Petrov, Sutil, Liuzzi, De la Rosa y Buemi no respetaron el tiempo mínimo establecido y hubo cambios en la clasificación.

Ningún vuelco, porque el podio no se alteró y entre los diez primeros sólo De la Rosa y Petrov salieron de la zona de puntos. El español no tiene suerte ni el día que iba a sumar sus primeros tantos del año. Era décimo pero bajó dos posiciones. Alguersuari las ganó pero sin premio, igual que Massa, beneficiado con tres lugar y décimoprimero en la lista oficial.

La carrera terminó muy mal para Ferrari el día que mejor pinta tenía todo. Habían salido impecables Alonso y Massa, aprovechando el despiste de Mark Webber. Y rodaban con cierta alegría detrás de Vettel y Hamilton en una buena situación para afrontar la carrera. Llegó el desaguisado del coche de seguridad y todo cambió. De un podio, a la nada; de seguir de lleno en la pelea, a ver a los rivales a distancia, un drama antes de viajar a Inglaterra en el filo de la navaja.

¿Qué hacía una botella en la pista?

Una de las cosas más sorprendentes del Gran Premio se produjo mediada la carrera, cuando de repente apareció una botella en medio de la pista, con el consiguiente peligro que suponía para los pilotos. Según la ley de espectáculos deportivos, está prohibido entrar al circuito cualquier tipo de objeto que pueda ser arrojado al recinto, entre los que se encuentra evidentemente las botellas. La que apareció en medio de la trazada de los pilotos era un popular quinto y no deja de ser intrigante cómo llegó a colarse dentro del circuito. Valmor asegura que no fue lanzada, sino que llegó rodando. En las entradas de todas las puertas el personal de seguridad pasaba por un exhaustivo control a todos los aficionados, que debían mostrar sus mochilas y dejar fuera del recinto latas o cualquier botella que trataran de introducir. Afortunadamente un comisario llamado Luis Buades la retiró con rapidez. j. b. valencia

El coche de seguridad "tenía otras opciones"

Apareció el coche de seguridad en la pista en el peor momento. Se metió detrás del líder Vettel, le dio pista libre y trazó una curva pegado a Hamilton, extraña competición la que se montó en unos metros. Alonso quedó detrás y arruinó su carrera. Las normas son claras. Debe salir cuando le llaman sin mirar cómo está la carrera, aunque la costumbre dice que lo mejor es hacerlo delante del líder. Su misión es ralentizar la marcha del grupo después de un accidente y ahí se lanzó cuando Webber voló por los aires con su Red Bull.

Dentro del Mercedes plateado va Bernd Maylander, alemán de 29 que ganó las 24 horas de Nurburgring. Había corrillos en el paddock intentando resolver qué había pasado en la carrera, por qué había tardado 20 vueltas en sancionar a Hamilton tras adelantar al coche de seguridad, qué iba a pasar con los nueve pilotos investigadosÉ Y por allí apareció discreto Maylander, mochila al hombro y camino del camión de la FIA. Pasó desapercibido pero se giró al llegar a la escalerilla. "No puedo decir nada, no puedo hablar". Apenas dejó un par de frases ante la insistencia del periodista. "Debo intentar salir antes del líder, es lo ideal". No fue así y se montó el lío porque Hamilton le adelantó. "Había otras opciones", musitó, sin apearse de su sonrisa antes de perderse dentro del campamento. El tipo huye del protagonismo y sufre de cuando en cuando las fatalidades de una profesión que le pone en el disparadero.

Y todo por un accidente de Mark Webber que heló la sangre a todo el circuito. Otra vez los equipos lentos en el punto de mira porque Kovalainen frenó demasiado pronto, todavía en un tramo recto, en la zona más rápida del circuito, y el australiano se llevó por delante al Lotus. Voló por los aires, vuelta de campana de órdago, y un golpe seco contra el asfalto. El coche que se rompe en mil pedazos, la fibra de carbono repartida por la pista y el amasijo informe deslizándose por la escapatoria camino de la barrera de neumáticos. Dos segundos después el volante sale despedido. Buena señal, es el piloto el que lo lanza. Luego sale por su propio pie de lo que queda de coche. Un milagro, otro más en la Fórmula 1, como aquel de Kubica en 2007, con el BMW rebotando como una pelota de muro a muro. Y allí que se fue Bernd Maylander a detener la carrera con el coche médico detrás, sin pensar que iba participar en una pequeña batalla con Hamilton.