Las películas de las finales mundialistas en las primeras décadas albergan imágenes de miles de sombreros. Sólo ocasionalmente se percibe una mujer en medio de la marea masculina. Así era y así fue hasta la última generación. Tanto, que los actuales cálculos ya hablan de que un tercio de las personas que acuden a los partidos del Mundial, se celebren, donde se celebren, son mujeres. Y en su práctica totalidad, jóvenes.

Las mueres aficionadas han adaptado el particular atrezzo que se lleva actualmente en las gradas, donde se ha pasado de los sombreros y el traje de chaqueta a la ropa más holgada y estrafalaria posible, acompañada de caras lo más embadurnadas posibles. La seguidora no duda en ser tan friki como el hombre si se trata de hacer el numerito animando a su selección.

Tres de 39 en Heysel

Uno de los aspectos que se ha analizado profundamente con la irrupción masiva de las mujeres en las gradas es la incuestionable reducción de la violencia en los recintos deportivos. Estudios realizados en Suiza con motivo de la Eurocopa señalaban que su presencia rebaja los ánimos encendidos de los seguidores masculinos, ante el temor de que tanto ellas como los niños, cada vez más abundantes también, puedan resultar heridos -en 1980, sólo tres de las 39 personas fallecidas en Heysel eran mujeres lo que, en cierto modo, da una idea de las proporciones-. La disminución del fanatismo por la presencia femenina es un hecho que se considera contrastado.

La presencia de mujeres es mayor cuanto más occidentalizado está el país, lo que no es óbice para que haya presencia de seguidoras, por ejemplo, del África subsahariana, aunque siempre en proporción menor. No cabía esperar presencia de aficionadas norcoreanas -ni siquiera está claro que los hombres presentes lo fueran-, pero la cantidad de surcoreanas, a cada cual más ruidosa, fue enorme.

A falta de, afortunadamente, incidentes -apenas un escarceo entre mexicanos y argentinos el domingo-, la incidencia más comentada fue la expulsión de un grupo de seguidoras holandesas, a las que se acusaba de hacer publicidad subliminal de una marca de cerveza y que terminó con dos de ellas en comisaría.

La aficionada como admiradora del deportista es un clásico y son numerosos los carteles que han exhibido pidiendo matrimonio a algunas de las figuras más conocidas, mediáticas o guapas.

Diarios y portales no han podido resistir la tentación de aprovechar esta presencia para hacer portales: "elige la aficionada más sexy del mundial". Ya no se conforman con elegir la periodista más guapa (cada vez son más), que para eso ya está Sara Carbonero.