Mucho tiempo después, el fútbol le dio ayer esquinazo al Valencia. El Manchester se llevó injustamente los tres puntos de Mestalla gracias a un gol de última hora, una acción dolorosa que dejó a los futbolistas de Emery preguntándose qué habían hecho mal. Sin jugar un gran partido, limitado por el exigente guión que planteó el rival, el Valencia mereció más el gol que el United. El consuelo, como ocurre a veces en estos casos, hay que buscarlo en la actitud. Y en las matemáticas. Con un fútbol valiente en la segunda parte, sin olvidar el carácter corporativo que le caracteriza, el grupo de Emery tiene margen de sobra -cuatro partidos- para alcanzar una de las dos primeras plazas. Las cuentas son muy fáciles: El equipo sigue dependiendo de sí mismo.

El arranque del encuentro destapó el dinámico estilo del United, más proclive al juego pausado del esperado, nada que ver con la vocación inglesa por el combate aéreo y la supremacía física. Bien estudiado al rival, Emery planteó el partido con la lógica cautela. Tras un falso inicio en el que ejerció de dominador, el Valencia esperó luego, precavido, en su campo, visto como el Manchester no reculó en su idea de jugar con sus lineas adelantadas. Así que la apuesta por la verticalidad, un valor tradicionalmente británico, corrió a cargo del Valencia, que se aferró a la salida rápida del balón y a los latigazos de Pablo como principal recurso ofensivo. Mientras tanto, el Manchester, lanzado desde el medio por Anderson -un clon de Manuel Fernandes- y Carrick se dedicó a ejercer de equipo local. Tomó la pelota en propiedad y la movió en todas direcciones. Bien protegidos por Albelda, Navarro y Maduro no claudicaron ante los movimientos de Berbatov. Peor lo pasó Mathieu, al que le tocó marcar a una bala como Nani, que logró entrar en el área por su banda en un par de ocasiones. Los dos libraron una de los duelos más intensos de la noche.

Que el Chori estuviera en el campo no fue un hecho casual. Apostó por la velocidad. Emery buscó una linea ofensiva muy elástica, con Pablo y Mata permutando las posiciones en el balcón del área con Soldado, que quedó aislado arriba. Al 9 sólo le llegó un balón... y se lo "tragó" en un remate a bocajarro, con el portero vendido, que no esperaba.

El fútbol ofrece curiosas coincidencias. Es el caso de Pablo, que ayer rescató del recuerdo los eléctricos movimientos de "Pablito", aquel pequeño extremo del Valencia de los años 80 que burlaba a los defensas, con sutiles toquecitos, con una facilidad asombrosa. Pablo fue ayer el gran incordio del United con movimientos muy similares. Desquició a su marcador, Evra, y se atrevió con el disparo en varias ocasiones. Sólo le faltó algo más de acompañamiento de Mata, más precipitado en sus decisiones, y el respaldo del Chori en las llegadas. Nulo el Valencia en la producción de juego, tampoco fue una buena noche para el Tino.

El partido se dirigió al segundo tiempo con varios asuntos por definirse. Por ejemplo, la decisión del Valencia por adelantar metros o seguir esperando. Emery resolvió pronto la incógnita con la entrada de Aduriz y la retirada del Chori, que tuvo una participación escasa. Con el vasco, el equipo ganó músculo en el campo contrario y el partido se abrió definitivamente. César entró en acción ante Berbatov, que encontró un pasillo por la izquierda en la acción más clara.

La tensión y la competitividad del Valencia en los siguientes minutos anunciaba buenas noticias. Coincidiendo con la entrada de Fernandes, el Valencia mejoró notablemente en la elaboración del juego. Comenzó a coleccionar ocasiones: Un disparo cruzado de Pablo, un remate de cabeza de Soldado, un zapatazo de Fernandes y varias llegadas al área muy peligrosas. Al toque de corneta le faltó el gol, porque el Valencia desfiguró durante un rato la imponente figura del Manchester.

Pese a que el United no jugó a gusto ante el hercúleo planteamiento de su rival, nunca desapareció del césped. Jamás un equipo de su calibre renuncia a la victoria. Es un conjunto poderoso y trabajado, de una calidad física extraordinaria y plagado de futbolistas expertos. Sus llegadas en la segunda parte fueron contadas, pero suficientes para obtener la máxima rentabilidad. El verdugo fue Chicharito. Aprovechó los espacios al recibir el balón al borde del área y fusiló a César en el momento más duro, sin apenas tiempo de reacción.