Alejandro Quesada, alias Papapa es el número uno de la pelota a mano en Cuba. Lleva casi veinte años en la cúspide. Se enfrentó en infinidad de desafíos a Lemay, partidos cargados de épica, en frontones semiclandestinos, viejas paredes cochambrosas, refugio de las gentes que añoraban los tiempos en que el Palacio de los Gritos corrían a manos llenas las apuestas en los partidos de cesta punta. El frontón, sinónimo de juego, lo cerró Fidel al poco de subir al poder. En aquel majestuoso Palacio jugó Lloco II, hijo que fue del legendario "León de Burjassot" y que se hizo pelotari de cesta punta en el Frontón Valenciano, desaparecido a finales de los años cuarenta, para viajar por medio mundo, cuando este deporte se extendía por Cuba, Macao, Manila, México, Florida, Sanghai, MilánÉ

La afición al juego no pudo prohibirse y en cualquier espacio donde fuera posible pelotear, Quesada y Lemay, se desafiaban apoyados por sus respectivos "padrinos", su única fuente de ingresos. Quesada fue seleccionado para participar representando a Cuba en el Mundial de Pelota Vasca que estos días se disputa en la ciudad francesa de Pau. El primer partido de la selección cubana debió enfrentarles a México pero el número uno de sus jugadores no se presentó. Anda desaparecido. A estas horas, nadie sabe exactamente dónde se encuentra. Lo hizo junto al entrenador de la selección de la modalidad de frontenis. Nadie duda de que se trata de una estrategia para abandonar Cuba y buscar nuevos horizontes a sus vidas. La misma historia que Lemay, y que Waltari. El primero, triunfando en tierras valencianas, en la modalidad de frontón, y Waltari, como número en el trinquete francés.

El campeón cubano-valenciano sabe lo que significa "desertar" de la selección de su país: un tiempo mínimo de cinco años en situación irregular, como un "sin papeles" y enormes dificultades para regresar a Cuba al cabo de ese tiempo. Se necesitará un permiso especial del gobierno cubano. Quesada ha abandonado la expedición antes de comenzar a jugar. Sin duda ha tenido que "robar" el pasaporte al policía político que acompaña a la expedición y que los guarda celosamente para evitar estos casos que tanto desprestigian al régimen. O arriesgarse a viajar con la simple credencial expedida por el comité organizador del Mundial.

Lemay lo pensó mejor en el Mundial de 2002 de Pamplona: terminó el campeonato y cuando se disponía, pasaporte en mano, a subir al avión de regreso a Cuba "se perdió" en el aeropuerto de Barajas. Tomás Garrido, gerente de Garfe lo acogió en Logroño. Se ganó el pan en una fábrica textil de La Manchuela albaceteña hasta que pisó tierras valencianas donde ha compaginado el trabajo laboral con la práctica deportiva, alcanzado varios títulos individuales y por parejas, así como el Open de España de frontón valenciano.

"Vale la pena hacerlo"

Lemay muestra su solidaridad con su compatriota: "He intentado ponerme en contacto con él, a través de un amigo común que tenemos en Madrid. Ha sido imposible pero sé que busca la libertad. Deja en Cuba dos hijas: una de once años y otra de pocos meses. Estaba muy mal: la casa se le caía y no veía ninguna posibilidad de mejora. Le deseo toda la suerte del mundo. La apuesta es arriesgada pero le digo que vale la pena. En España no le va a faltar un trozo de pan y la solidaridad de muchas gentes" afirma el pelotari cubano que inició el camino hacia la libertad en aquel Mundial de Pamplona.