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ace unos años un lanzador de disco español dio positivo en un control antidopaje con Nandrolona que pudo deberse, según él, a la ingestión de carne engordada artificialmente con este tipo de sustancias. El atleta en cuestión ni corto ni perezoso se prestó a comer carne de cerdo contaminada previamente con esta sustancia para demostrar su inocencia. Luego pidió que le hicieran un control para demostrar que si había dado positivo era porque comió carne contaminada.

Me ha venido a la memoria este hecho por el caso del ciclista Alberto Contador, que ante las insinuaciones de haber dado positivo con Clembuterol, lo achacó al consumo de un filete comprado por un amigo en Irún e ingerido en los días en los que, al parecer, le hicieron el control en el que dio positivo. No sé si Contador conocía el caso anterior, pero no es la primera vez que se pone como excusa a los "filetes vacunos" o los "chuletones de buey", inocentes ellos de lo que iban a provocar. En este caso, aún cuando la explicación es un tanto rocambolesca, ha planteado dudas sobre ese positivo debido a la escasísima cantidad encontrada y hay quien ya ha apuntado a un posible cambio en la normativa. También hay quien ha indicado que hoy ya no se utiliza ese tipo de productos para engordar artificialmente a los animales, que está prohibido y los controles sanitarios lo impedirían.

A Contador oficialmente no lo han sancionado, aunque si se lo comunicaron en agosto y parece que se llegó a un acuerdo confidencial entre la UCI y el corredor para una suspensión provisional mientras se sustanciaba el proceso, que ahora ha saltado por los aires con la filtración de la noticia. Tras eso se ha detectado lo de siempre: las guerras seudo políticas en organismos internacionales. Parece que la UCI no está por la sanción y acepta las explicaciones de Contador dada la ínfima cantidad encontrada, pero la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) sí. Y en esa guerra de competencias, en la que también andan los laboratorios por medio, ya han empezado a filtrarse otras historias. Se ha pasado de la nimiedad del Clembuterol a lanzar sospechas sobre autotransfusiones, porque en controles anteriores habían aparecido restos de sustancias plásticas.

Pero el debate va también por otros derroteros y se centra en la confidencialidad que se debe mantener sobre el dopaje de un deportista hasta el final del proceso y las filtraciones que se producen, con lo que se anatematiza a alguien antes de ser declarado culpable. Así hay quien justifica las filtraciones para evitar los casos de ocultación y las componendas en los entes federativos, pero éstos aluden que aquellas pueden contribuir a anular un proceso jurídicamente y el posible dopado se escapa por cuestiones de "forma". A unos y a otros, quizás, no les falte razón, porque hay muchas entidades que no les interesa airear los casos de dopaje y procuran dar la menor información posible para que no se les vayan los patrocinadores o el aficionado, pongamos por caso. Por el contrario la legislación actual obliga a esa discreción durante el proceso, que suele ser largo, pues a la detección por el laboratorio de una sustancia dopante sigue la comunicación al deportista y a la federación en cuestión del caso por si lo admite o pide el análisis de la muestra B; después se estudia el tema por la Comisión Antidopaje de las federaciones, que informan pero no sancionan. Eso lo hacen los Comités de Competición y disciplina de las federaciones. El proceso no acaba ahí porque según sea la decisión el deportista puede recurrir al Comité Superior de Disciplina Deportiva del CSD, o, en caso de sobreseimiento, la Comisión Antidopaje u hoy, la Agencia Antidopaje puede actuar de oficio si no están de acuerdo.

Si el supuesto dopaje se ha producido en una competición internacional la cosa todavía puede ser más lenta, por actuar la Federación Internacional, también. Es lo que pasó con el caso Onyia, donde tras todo el proceso y el sobreseimiento de la Federación Española de Atletismo, la Internacional (IAAF) recurrió al tribunal de arbitraje y lo ganó, siendo sancionada esta atleta por dos años. Claro que en todo ese proceso, y dado que la española la había exonerado, la inscribió para el europeo en sala de Turín de 2009. La IAAF le prohibió competir y la excusa para poder salvaguardar esa obligada confidencialidad y que no participara fue que enfermó. Al final, cuando se filtró la noticia, quien quedó en mal lugar públicamente fue la Federación Española que no hizo sino cumplir con la normativa vigente, pero había dicho en Turín una "mentirijilla".

Así que en el futuro habrá que afinar en la normativa y encontrar un punto de encuentro entre dar tres cuartos al pregonero y el silencio. Y ello pasa por acelerar los procesos.