Cuando Soro III y Miguel salten a la cancha del precioso Trinquet de la Ciutat de la Pilota el próximo domingo a las 11.30 horas, con las cámaras del primer canal de Televisión Valenciana en directo, se habrá cumplido el viejo sueño de unos cuantos aficionados, que bajo la directrices del añorado «conseller» Manuel Tarancón iniciaron el camino de la Ciutat de la Pilota. Aquel día que en un descampado a las afueras de Moncada, Juliet, Rovellet y Genovés, colocaron la primera piedra, hacía meses que una comisión de expertos trabajaba en aportar ideas para transformar el viejo juego de pelota valenciana en un deporte con proyección de futuro. En el seno de la Dirección General del Deporte de Gonzalo Morell, técnicos y expertos de aquella comisión contactaban con el Instituto Valenciano de Biomecánica, seguramente el más prestigioso de Europa en materia de investigación deportiva, para plantearle la necesidad de homologar una muralla de vidrio que sustituyera a la muralla de la escalera del trinquet, así como los rebotes, y que transformara el blanco de las paredes en un azul mediterráneo que permitiera el mejor contraste televisivo. Había que conseguir una pelota blanca con las mismas características que la de «vaqueta». Todas aquellas ideas surgidas hace más de una década ya se pueden visualizar en el Trinquet de la Ciutat de la Pilota. Tras la experiencia cosechada en el Trinquet Blau de Genovés, banco de pruebas de la televisión autonómica, el Trinquet de la Ciutat abría sus puertas con la grandiosidad del Europilota. Y el domingo, con la final más esperada por los aficionados: la del mano a mano; la que determina el rey de este deporte. Todo está a punto, incluido el nuevo color granate del piso, para que Soro III y Miguel afronten un nuevo reto: adaptarse a una cancha que sigue siendo la misma de siempre en lo fundamental pero que aporta novedades sustanciales, especialmente en la ubicación y visibilidad de los aficionados. En Europilota el público quedó ubicado en las gradas. Nadie ocupó un lugar en la escalera. En esta final individual las entradas más caras serán, justamente, aquellas en la que los espectadores ocupen la escalera, espacio de juego. Val Net parece optar por mantener esa tradición de siglos: la cercanía del público con los jugadores, el hablar con ellos, el sentir su aliento y su sudor, aún a costa de pelotazos y de interrupciones en el ritmo de la partida y de cada «quinze». El eterno dilema de la tradición y de la modernidad se resuelve, de momento, satisfaciendo a unos y otros.