El Valencia salió ayer vivo de Ibrox Park, donde estuvo tan cerca de dejarse gran parte de sus aspiraciones de seguir adelante como de dar un paso decisivo hacia los cuartos en los últimos minutos. Un encuentro de muchos contrastes marcado por el fútbol enérgico del Rangers, al que sólo replicó seriamente el equipo de Emery en la segunda parte. Fue tras conseguir el empate gracias a un «golazo» en propia puerta de Edu, el protagonista de la noche, un golpe de suerte que marcó un antes y un después en una noche vibrante, con muchos ingredientes de los clásicos partidos europeos. La mejor noticia para el Valencia llegó por el lado matemático: Continúa dependiendo de sí mismo para ganarse la clasificación. El choque tuvo la puesta en escena esperada, con dos estilos totalmente contrapuestos sobre el césped. Por un lado, la paciencia y el juego corto del Valencia; por el otro, la fuerza del Rangers, equipo que representa a la perfección los viejos valores del fútbol escocés: Defensa, potencia, velocidad y pelotas arriba.

No fue ninguna imprudencia temeraria de Emery alinear un 4-3-2-1, con Topal junto a Tino Costa en el medio, en busca de más músculo en el centro del campo, una fórmula que equilibró con la velocidad del Chori para respaldar a Aduriz. Con más arquitectos sobre el césped, el Valencia consiguió hilar a ratos su juego, pero lo hizo con la boca pequeña, siempre sometido al poder intimidatorio del Rangers, capaz de plantarse en la otra portería en cuestión de un segundo. El desafío del Valencia en la construcción era mayúsculo: Una muralla de tres defensas, cada cual más fornido, con el veterano Weir (40 años) de imponente jefe. Un chut de Pablo, seguido de otro de Topal y de Tino Costa fue el poco peligro que creó el Valencia en su intento.

Con futbolistas de largo recorrido, que no se recrean en las maniobras cortas, el Rangers replicó con sus armas. A la primera ocasión, César salvó el gol con los dedos. El remate fue de Naismith, que ganó la espalda a Tino Costa y a David Navarro en punto de penalti a un envenenado centro desde la derecha. La figura del portero del Valencia resultó decisiva en las siguientes acciones, cuando Ibrox Park ya empujaba a su equipo hacia la portería rival, en un gesto que recuerda a los rituales del rugby, el padre de todos los deportes de equipo y esencia viva del fútbol anglosajón, con defensas que atacan y delanteros que defienden. Lanzado sobre la portería rival, el Rangers disfrutó de tres ocasiones clarísimas: Un remate de Miller de cabeza, un potente zurdazo de Papac y un mano a mano del primero ante César que salvó con su habitual seguridad del meta en este tipo de acciones.

El sentido común ordenaba jugar por abajo, con pases de medio metro, esperando abrir algún hueco para la entrada de algún valiente. Pablo tuvo esa suerte, pero no llegó al remate cuando se colaba entre tres camisetas azules. Fue la única concesión del equipo protestante en el área en todo el primer tiempo. que controló todo el radio de acción de Aduriz. El Rangers mostró su jerarquía en el juego aéreo en la jugada clave del primer tiempo. Como no, el equipo escocés sacó petróleo de un corner. Edu saltó por encima de todos, ante la dubitativa salida de César, y puso por delante a su equipo ante el delirio de Ibrox Park.

Emery reordenó el equipo con el 4-4-2 tras el descanso y afiló el ataque con la entrada de Soldado. Seguramente, el entrenador hubiese pagado lo que le hubieran pedido por lograr rápidamente el empate, pero ni él ni nadie esperaba el procedimiento. Edu, el futbolista que había adelantado al Rangers, remató con el mismo ímpetu en su área en el intento de despeje en un lanzamiento de falta, pero en dirección equivocada.

Igualado el marcador, y el partido en plena ebullición, las apuestas volvieron a equilibrarse. La presencia de Soldado pudo resultar determinante. Desquició a la defensa escocesa, lo que ha de ser considerado como un gran logro. Pudo marcar en dos ocasiones, una en el último suspiro, además de las aproximaciones más envenenadas de toda la tropa. Pero antes, Ricardo Costa y David Navarro tuvieron mucho trabajo. Miller, de nuevo Papac y Davis rondaron el gol ante César, que volvió a demostrar su importancia en el proyecto de Emery. Con Fernandes en el campo, el Valencia no claudicó en la segunda parte y no renunció nunca al gol de la victoria. Soldado rozó el milagro en el último instante.