Jaime Lissavetzky se va. Pronto dejará la Secretaria de Estado para el Deporte para presentarse como candidato a Alcalde de Madrid. Si lo consigue ese objetivo, no me cabe duda de que Madrid tendrá un gran edil, pero el deporte habrá perdido un magnífico responsable. Cuenta con el reconocimiento de la práctica totalidad del deporte español. Uno de sus grandes logros fue la aprobación de la Ley de Salud del Deportista y de Control antidopaje. Le faltará por cumplir el cambio de la normativa y reglamentos electorales de las federaciones y de los clubes profesionales y/o estatales, para que las elecciones lleguen a ser lo más democráticas posible. De hecho ya se modificó la normativa del voto por correo, que antes daba pie a muchos pucherazos y que en el pasado provocó escándalos como aquellas elecciones en el Real Madrid que ganó Antonio Calderón, econ querellas e intervenciones judiciales, incluídas.

La trampa del voto por correo era sobradamente conocida. Recuerdo a un presidente de una federación territorial de atletismo que ganaba sistemáticamente las elecciones (estuvo más de 20 años), gracias al voto por correo. ¿Qué hacia?. Muy sencillo, supuestamente, se quedaba con la documentación de elecciones anteriores de los votantes en lugar de destruirla. Porque antes, el voto por correo se ejercía de la siguiente manera: los votantes metían en un sobre grande la papeleta con el voto, una fotocopia del DNI y un papel en blanco con la firma del votante. Con esa firma y con la copia del DNI, sólo había que adjuntar el voto correspondiente, ya que también se quedaban con copias después de cualquier trámite federativo. Obviamente, eso solo se podía llevar a cabo con la connivencia de miembros de la mesa electora y gracías a los altos niveles de abstención que había. También porque nadie quiere pasarse todo un domingo en una mesa electoral. Dado que no es obligatorio, la gente no acude. En ese caso, la normativa marca que «compondrán la mesa los primeros votantes que aparezcan por la puerta, de cada estamento». O sea: basta con enviar el primero a uno de tu cuerda para que la jugada sea perfecta. Y así hasta las siguientes elecciones.

Ahora hay que ir a la federación, pedir los papeles correspondientes para votar, te los mandan a casa o vas la recogerlos, pero el voto se entrega en correos. Algo es algo, pero la auténtica revolución sería el voto universal. Es decir, que todos los que tiene licencia federada puedan votar al Presidente. Es cierto que no puede ser igual el voto de una persona física que una jurídica, es decir los clubes. También es cierto que hay muchos más deportistas que jueces o árbitros y que entrenadores, pero todo tiene soluciones como pasa con el voto ponderado de las elecciones en la Universidad y en otras instituciones. El voto de los clubes debe valer más que el de un deportista individual, y el de éste tener más peso en el porcentaje de voto que el de entrenadores y árbitros, porque son muchos más. Ello y la limitación de mandatos, como pasa en el FC Barcelona, posiblemente renovaría las direcciones de las federaciones, donde algunos presidentes se eternizan y además, apenas tienen oposición.

Ese cambio en la reglamentación electoral influiría también en la normativa autonómica, y se evitarían casos como el que ha estado a punto de ocurrir en las elecciones a la Federación Autonómica de Atletismo, donde 16 candidatos no fueron admitidos ni en primera ni en segunda instancia por la junta electoral, al faltarles algún documento adicional, ignorando que las federaciones son «instituciones sin fines de lucro» tuteladas por la Administración, por lo que era de aplicación la normativa administrativa de subsanación de errores; y, en cualquier caso, debía prevalecer la «voluntad» de una persona de presentarse como candidato. Al final una resolución del Comité Valenciano de Disciplina Deportiva ha restituido el derecho a ser elegido, así que un punto positivo para el departamento de Niurka Montalvo, del que depende el CVDD, que no todo van a ser críticas. Cuando se hacen las cosas bien, justo es reconocerlo.

De todos modos, en el ordenamiento electoral valenciano hay una cuestión que debería cambiarse. En el español hace tiempo que se hizo. Y es la obligación de ser miembro de la Asamblea federativa para poder ser candidato a presidente. Ello hace que quien controla la federación o un estamento concreto deje fuera de la misma a un posible candidato opositor, con los que las opciones se reducen. En las federaciones estatales, basta con tener el aval del10% de los miembros de la asamblea. Eso facilita la renovación o, al menos, que los futuros presidentes deban explicar sus programas y no que sean elegidos sin votación siquiera, al ser en muchos casos, candidatos únicos.