La muerte de Arturo Tuzón no sólo deja un vacío enorme en el fútbol, sino también en la pelota valenciana, donde él y su hermano Eugenio marcaron un antes y un después en un recinto tan emblemático como es el trinquete de Pelayo, de cuya gestión se hicieron cargo a principios de los años ochenta. Aquello significó la transformación de unas vetustas instalaciones y una forma rudimentaria de dirigir un negocio tan peculiar, en una especie de bombonera, al cubrir la cancha y dotar de luz artificial el recinto, así como de imprimir a la organización de las partidas de profesionales de una seriedad y un cariz mucho más acorde con los tiempos, que los que anteriormente había tenido dicho trinquete.

Allí fue donde se fraguó la directiva con la que Arturo Tuzón llevara a cabo la salvación de un club en descomposición como era el Valencia CF de entonces, en segunda división con la deserción de la mitad de sus socios y unas deudas que tenían a la entidad al borde de la desaparición.

La preocupante situación hizo que Tuzón y otros asiduos al trinquete, como Vicente Pascual, Peiró Camaró, Pepe Domingo, Ramón Romero y Alberto Miguel, entre otros, dieran un paso adelante y en principio prepararon el terreno para que el famoso empresario alcireño Luís Suñer aceptara encabezar la lista para acceder a la presidencia del Valencia CF. "Don Luis -me decía Arturo Tuzón- está animado para hacerse cargo, porque esto se va a pique". Sin embargo, a la hora de la verdad, el empresario alcireño, debido a su avanzada edad, seguramente, no se decidió y Arturo Tuzón, arropado por ese grupo de fieles amigos valencianistas, tuvo que hacerse cargo del marrón y sacar adelante al club de sus amores.

El trinquete Pelayo y la sede de su empresa en la Vall d'Uixó se convirtieron prácticamente en delegaciones del Valencia CF, donde se "expedían" pases de socios a todo aquél que Don Arturo y sus hijos podían convencer, que no eran pocos, pues no en vano duplicó en poco más un año el número de socios, y eso que el equipo estaba en segunda división.

La seriedad y la convicción en lo que hacía se dejó sentir tanto en el Valencia como en el mundillo de la pilota, de ahí que su pérdida ha producido honda conmoción en ambos sectores del deporte valenciano. Hombres así hacen falta en todo momento para empresas de este tipo y no son fáciles de encontrar. Era todo un caballero y como tal se le recordará siempre, por lo que en los trinquetes, es de esperar, que estos días se guarde un minuto de silencio en memoria de un hombre irrepetible que deja un hueco muy difícil de llenar.