?No existe un derbi en el universo futbolístico que, hoy por hoy, tolere la comparación con un Real Madrid-FC Barcelona como el de hace unos días, cuyos ecos todavía marcan el paso de la actualidad periodística. Ni en universalidad, ni en impacto económico. Tal vez en tradición. Valencia, precisamente, no cuenta con un clásico del que presumir, de esos que paralizan una ciudad con dos meses de antelación. Pero dentro de unos días, recién entrado el año 2011, los bares y peñas de la ciudad volverán a colapsarse ante la inminencia del derbi, como hace 80 años.

El Valencia-Levante UD del próximo 9 de enero es una experiencia extraordinaria, por lo que tiene de escasa. Más de 80 años después de que la Liga se pusiera en marcha, xotos y granotes apenas se han enfrentado en diez ocasiones dentro de esta competición, siempre en la Primera División. Los blaugranes vencieron tres veces, los propietarios de Mestalla se impusieron en cinco, y dos partidos terminaron en tablas. Resuelta la estadística en tres líneas, queda la música de fondo; y en el derbi valentino es más que necesaria. Porque el Levante UD-Valencia CF, más que un partido de fútbol, es un género literario.

La rivalidad histórica entre merengues y blaugranas es, precisamente, uno de los asuntos que se abordan en la Historia del Llevant UD (L'Oronella, 2010), obra que cuenta con el patrocinio de Levante-EMV y cuyo tercer volumen (1939-69) acaba de salir a la luz. Para encontrar antecedentes y agravantes en materia de rivalidad hay que remontarse a la Valencia anterior a la guerra. En los años en los que fútbol vivió su período de explosión como fenómeno de masas en esa sociedad que se abría a la modernidad y al ocio, el balompié encontró en la pasión de los derbis uno de sus motores de desarrollo. Conviene recordar que el Levante UD no fue tal hasta 1939, cuando los del Gimnástico y los del Levante FC -equipo arraigado en El Cabanyal- unieron sus caminos. Así las cosas, más que duelos fratricidas, la Valencia futbolística de las primeras décadas de balompié vivió una rivalidad a tres bandas.

Una rivalidad violenta

El derbi de referencia, el que paralizaba la ciudad durante los años 20, era el Gimnástico-Valencia: "El gobernador civil ha llamado a su despacho a los presidentes del Valencia FC y el Gimnástico FC. [...] Está firmemente dispuesto a castigar toda extralimitación de los jugadores y toda intervención de sus partidarios, llevándolos a la cárcel de quincena, sin perjuicio de la multa de 500 pesetas", contaba El Mercantil Valenciano en 1926.

La preocupación de la máxima autoridad, ya en aquella época, estaba justificada. Por aquel entonces el clásico entre "los eternos rivales" ya había dejado un reguero de incidentes violentos. En 1921, tras un arbitraje de escándalo, un grupo de seguidores merengues montaron una manifestación hasta la sede del Gimnástico, en un café de la calle de la Paz, donde a punto estuvo de llegar la sangre al río. Y eso que el derbi acababa de nacer.

Esta tensión se traducía en una dialéctica social de múltiples manifestaciones. La Fallas recogieron a través de varios monumentos la rivalidad entre estos dos equipos; las revistas deportivas -sobre todo las de corte satírico- encontraron un filón en la bronca para atraer lectores: "Dejad que chillen, por algo pagan su entrada; si es que vienen sin bozal, mandad por él a Mestalla", se les decía a los merengues (Valencia Artística, 1923). En el teatro también se escenificó aquella rivalidad social, con obras como Valensia-Chimnastic, de Miguel Tallada, en 1924.

Lo cierto en que en aquellos primeros años 20 en los que se dirimía la supremacía del fútbol en la ciudad, se enfrentaban dos modelos de club, casi dos conceptos de sociedad. De un lado, un club tradicionalista y aferrado a su cantera: el Gimnástico FC, de origen popular y católico que se había formado diez años atrás entre los jesuitas del Patronato de la Juventud Obrera; frente a ellos, una idea de club más moderno, el Valencia FC, con vocación de ser el equipo representativo de la ciudad en el mapa futbolístico español: amateurismo frente a profesionalismo; tradición frente a poderío económico y social.

Levante FC, amo en los años 30

El propio devenir del fútbol, subido al carro del profesionalismo -fichajes, salarios, competencia estatal- dejará atrás modelos como el del Gimnástico hasta convertir aquel derbi en una parodia. Es en ese momento, en los años 30, cuando irrumpe con fuerza el Levante FC, un equipo de pueblo -de El Cabanyal y El Grau- que, sin embargo, plantó cara hasta superar al Valencia en multitud de ocasiones.

La etapa que va desde 1933 hasta el gran Valencia CF de la posguerra es el único momento de su historia en que los mestallistas han mordido el polvo de cruces hacia dentro. Fue el gran Levante de los Calpe (padre), Agustinet Dolz, Juanito Puig, Balaguer o Felipe el que sometió sobre el terreno de juego a un club que, institucionalmente, ya era la entidad deportiva más poderosa y miembro de la Primera División. Sin embargo, cada duelo con el Levante FC en los torneos autonómicos se convertía en un calvario, con su máxima expresión en la final de la Copa de España Libre de 1937, único torneo estatal del club en cuya final se impuso al Valencia CF. En estos derbis tampoco faltaba la cuota de furiosa pasión, hasta el punto de amenazarse con pistola los aficionados rivales durante los partidos celebrados en tiempos de guerra, pese a ser compañeros de partido o sindicato, como atestiguan crónicas de 1936.

Olvido frente a años de pasión

Ya tras la guerra, la desaparición de los campeonatos autonómicos, en los que todavía se enfrentaban merengues y levantinos - pese a militar en distintas divisiones estatales-, mató la raíz del nervio de este derbi. Un asunto menor desde entonces para un Valencia en busca del éxito y un Levante UD más preocupado por su superviviencia. Décadas de olvido que enterraron los años en los que la ciudad bullió de pasión ante jornadas como las del próximo 9 de enero.