J. M. Bort

valencia

El Levante UD dio ayer un pasito adelante en su conquista de la permanencia, aunque se retiró del campo entre algunos lamentos por haber desaprovechado una ocasión de oro para dejar el asunto de la salvación definitivamente encarrilado. Pese a ampliar su distancia con la zona de descenso a seis puntos, el empate le dejó relativamente insatisfecho, acostumbrado como está a ganar todos sus partidos en Orriols en la segunda vuelta. Es lógico. Tras una actuación con muchos clarooscuros, el conjunto azulgrana mereció al final la victoria ante el Mallorca, ya sea por insistencia y ocasiones en la última media hora, cuando se fue decidido a por el triunfo. A su rival, entonces, no le quedó más remedio que encomendarse a la figura de su portero Aouate, desbordado ante el acoso sin tregua al que fue sometido. Reforzado con la chispa de Jefferson, el conjunto azulgrana se había presentado al tramo final con una fuerza inesperada. No le valió para ganar, pero si para transmitir, otra vez, buenas sensaciones.

El Levante UD sacó la máxima rentabilidad a una primera parte muy plana, marcada por el infructuoso dominio del Mallorca y la tranquilidad con la que afrontó el partido. El conjunto azulgrana se marchó al descanso con ventaja con la ley del mínimo esfuerzo, lo que debe considerarse una virtud para un conjunto de su pelaje. Es más un método de equipo «grande», una fórmula que requiere una buena administración de las fuerzas y la picardía de saber cuándo es el mejor momento de dar un golpe sobre la mesa. El Levante UD lo dio al filo del descanso, cuando había sometido a su rival a un duro trabajo de desgaste. El Mallorca había sido el generador del juego desde el principio, con el control casi absoluto del centro del campo, el caballo de batalla de su entrenador, Michael Laudrup. El danés añadió un complemento extra, ayer, a la linea de creación de su equipo, con la entrada del japonés Aki, con algunos matices de la escuela del Laudrup futbolista.

El Levante UD aguantó ordenadamente la posición en el campo ante el dominio del Mallorca, dirigido por el virtuoso De Guzmán, un jugador de excelente toque y clara visión de juego. Enfrente, el Levante UD centró sus esfuerzos en defenderse, pero sin grandes agobios. El problema, con respecto a otros partidos, lo encontró en la salida de la pelota, ya que apenas logró alcanzar un par de veces el área de Aouate en la primera media hora. No era porque Laudrup no lo había avisado: El Mallorca ejerció una estrecha vigilancia sobre Caicedo, mientras Juanlu y Valdo encontraron problemas para ocupar su banda. Faltaba profundidad.

Pese a su mayor presencia en el campo, el Mallorca sólo disfrutó de una ocasión clara antes del gol: La pelota, elevada por Webó ante Munúa, se estrelló en el poste. Eso ocurrió sólo unos minutos antes de que el Levante UD sacara petróleo en una de sus contados ataques. Juanlu, incansable en su búsqueda del gol, encontró premio en una volea desde fuera del área, al, recoger un rechace de los puños de Aouate. Una recompensa merecida para el menudo extremo izquierdo que situaba a su equipo en una posición inesperada. La réplica balear fue inmediata: De Guzmán lanzó un misil sobre Munúa, al que respondió el meta uruguayo con una de las paradas de la temporada.

Con el 1-0, Orriols se preparaba para asistir a una segunda parte vertiginosa. La lógica invitaba a exprimir el contragolpe, el arma preferida de Caicedo para sacar provecho a su velocidad. Pero Laudrup estaba avisado. Tapó todos los accesos y ordenó a su equipo seguir con el mismo ritmo, pausado pero constante, de acoso sobre el campo contrario. Así llegó la falta que dio origen al gol del empate, una acción desafortunada que devolvió el partido a sus orígenes. El suave lanzamiento de Ramis terminó con la pelota en la red, tras golpear en el cuerpo de Ballesteros, infranqueable el resto de la tarde.

Con muchos minutos por delante, Luis García reordenó la pizarra en búsqueda de soluciones. Urgía más velocidad, un plus de intensidad para abrir alguna grieta entre Ramis y Nunes. El turno fue para Jefferson y Rubén, a lo que se sumó el nervio de Juanfran. El resultado fue evidente. El Levante UD se cosió la pelota a los pies y organizó un intenso ataque sobre el área del Mallorca, que, exhausto por el esfuerzo del primer tiempo, sólo pudo que defenderse. Pero, ni la conexión ecuatoriana Jefferson-Caicedo, ni las galopadas de Juanfran, premiaron al Levante UD con la victoria, a punto de conseguirla con dos remates que levantaron al público de sus asientos: Un cabezazo de Iborra al larguero y un chut de Jefferson que dejó grogui a Aouate, golpeado contra el larguero. La aportación de «Jeff» fue una de las noticias de la tarde.