Los jugadores del Valencia quería ganar al Levante para certificar la tercera plaza, congraciarse con la afición y cumplir con su profesionalidad. Obvio. Sin embargo, en el vestuario del Levante, desde primera hora de la mañana se sospechaba que los futbolistas del Valencia podían tener una motivación extra. Y es que eran varios los equipos interesados en la victoria valencianista. Así, lo que ocurrió al final, fue el desenlace de una jornada que fue enturbiándose conforme pasaban las horas. Pacto sí, pacto no....

El empate beneficiaba a ambos equipos y, por ende, a la ciudad. En un acto político matinal del PP, en el que se reunieron varios dirigentes, así se puso de relieve. Al mediodía, en la comida entre directivas, la palabra empate se pronunció en varias ocasiones, pero los presidentes, en estos casos, son actores secundarios, ajenos a lo que ocurra en el césped.

Cuando el autobús del Valencia llegó al estadio, fue rodeado por centenares de seguidores levantinistas que les recordaron a los jugadores la importancia de los puntos en juego para su equipo.

Sin embargo, fue cuando los futbolistas se encontraron en el césped, antes del calentamiento, cuando empezaron a saltar chispas ya que los levantinistas no entendían la reiterada negativa del Valencia a pactar un empate que satisfacía a las dos partes.

En el túnel de vestuario, antes de saltar al campo, hubo sus mas y sus menos, incluidos saludos excesivamente efusivos. Los levantinistas volvieron a sugerir el reparto de puntos y en este espacio se escuchó un "los sapos a la acequia" que irritó a los visitantes. Y alguna que otra palabra subida de tono -por las dos partes-. De ahí se entiende la intensidad, agresividad y mal rollo con el que arrancó el partido. Durante el encuentro, algún jugador trató de apaciguar los ánimos y recordar a los valencianistas que el Villarreal estaba perdiendo, con lo que el Valencia ya había alcanzado su objetivo.

El episodio final protagonizado por Sergio Ballesteros fue el desenlace a tanta tensión. El feo gesto del capitán hacia el palco -con la mano derecha levantada festejando el triunfo y con la izquierda tocándose los genitales- y sobre todo el incidente en la puerta del vestuario del Valencia entre el central y Emery -el jugador se envalentonó y recriminó al técnico no haber aceptado el empate- ha ensombrecido un partido que, si contaba con algún aliciente en forma de premio extra para el Valencia, sus jugadores se han quedado sin él, al no haber alcanzado la victoria.