Debe estar Olivas bailando sobre un pie. Y no por los éxitos del Barça, el equipo de su corazoncito, ni por la suculenta anualidad que se ensaca. No. El motivo de regocijo del vicepresidente de Bankia —Bancaixa, hace un siglo, más o menos— no es otro que el buen comportamiento de Manuel Llorente, quien le cumple a pedir de boca con sus tareas administrativas. Le ahorra en fichas, le traspasa cada verano las más valiosas joyas del escaparate y le mantiene estable la deuda —amortizar ya es otro cantar—. Buen chico, Manolo.

De manera que Olivas puede presumir ante su jefe supremo, el madridista Rodrigo Rato, de que el VCF no es el boquete financiero que se temía. Al contrario: no solo esta justificada la renovación del crédito, sino que, puestos a negociar, a ver que ventajosas condiciones se le pueden ofrecer. No ha habido más secreto que ese en la venta de Juan Mata. Como tampoco los hubo en las de Villa o de Silva.

Y, mientras la situación del club no cambia, prepárense para el próximo verano. Jugador que se ponga a tiro de mercado, será traspasado. Y quien mantenga lo contario, o es ingenuo, o va con mala intención.

Si así sucede, que ocurrirá de no obrarse un prodigio inmobiliario sobre el viejo Mestalla, tampoco habrá que rasgarse las vestiduras. De la tradición del Valencia forma parte la necesidad de vender. Poco, eso si, pero caro. Vender bien y comprar mejor. Esa es la clave. Y cuando algún presidente —Ramos Costa o Soler— se ha crecido y ha cerrado las puertas a los traspasos, el club se ha situado al borde de la bancarrota y lo ha pagado muy caro. Con el primero, la megalomanía acabó en descenso. Con el segundo, ahí anda todavía, pasándolas putas. Porque retener futbolistas que han sido tentados por el Barça, el Madrid o cualquier otro potentado europeo, supone un lujo que el Valencia no se puede permitir. Esa guerra no es la suya. Su filosofía debe ser otra. Los últimos éxitos con Rafa Benítez se lograron tras aparentes sangrías de futbolistas. Afortunadamente, un tiro por la escuadra, o una defensa perfectamente ordenada, todavía son capaces de abolir las leyes del mercado.