Para los desmemoriados, para los paletos, para los sectarios que no ven más allá de sus intereses crematísticos, para los que se creen que el fútbol se inventó anteayer, cuando ellos comenzaron a verlo de gorra desde el palco, para los novicios que acaban de debutar en Mestalla... Para todos los que no lo vivieron, conviene refrescar la memoria y recordar que el siete que el Valencia le endosó al Genk no constituye ninguna novedad. Y no sólo en la competición doméstica -el Rayo Vallecano, próximo rival, encajó, de aquel equipo que comandaba Mario Kempes, idéntica cantidad de goles en Mestalla- sino también en Europa. Ese mismo guarismo ya lo logró el equipo hace una burrada de años. Fue en abril de 1962 , en aquel Budapest de la época, entonces una ciudad sentimentalmente inhóspita y emocionalmente muchísimo más lejana que ahora. Allí, aislado de alientos propios y rodeado de húngaros que no daban crédito, el Valencia derrotó al MTK por un contundente 3-7. Marcó tres el "Palomo" Héctor Núñez; los otros se los repartieron, a pares, Waldo y Guillot, como buenos socios que luego serían de la extinta cafetería Walgui, frente a Mestalla. Ahí siguen los tres goleadores, llenos de vida, para poder dar testimonio. En su honor, y para no perder la cabeza ni olvidar los orígenes, hoy toca rescatar aquella gesta. Los maniáticos y supersticiosos, que se guarden el dato de que, en aquella competición llamada Copa de Ferias -primitiva denominación de la actual Liga Europa- el Valencia terminó conquistando el torneo y estrenó su palmarés continental. No deja de ser un precedente curioso. Pero nada más. La euforia desatada por la goleada al Genk -equipo que recordaba a un batallón de voluntarios de la II Guerra Mundial- no tiene sentido. Mirado friamente, en Stamford Bridge es favorito el Chelsea. Así que aterricemos.