Años setenta del siglo pasado. Programa "Un, dos, tres, responda otra vez". La pareja campeona tiene que sumar muchas respuestas para mantenerse en antena una semana más y ya llevan muchas. "Digannos nombres de deportistas que han ganado la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos". Empiezan a desgranar nombres. Al poco tiempo, el chico dice "Alexeev" y continúan la relación hasta alcanzar el suficiente número de deportistas como para alcanzar su objetivo.

En aquella España donde no se conocía la NBA y un partido de fútbol de liga extranjera se veía cada medio año, alguien sabía quien era Vasily Alexeev. El concursante conocía el nombre, pero muchos se habían quedado con su cara. Era la gigantesca mole humana de grandes patillas y traje rojo que más bien parecía un taparrabos que, cada cuatro años, aparecía en los Juegos Olímpicos para llevarse la medalla de oro de los grandes pesos. Una auténtica riña con la estética, pero que fue un icono del deporte, héroe nacional de su país, ingeniero de minas, comunista convencido -aunque gozaba de un suelto alto para la media del país- e ídolo desde el momento que se dio a conocer internacionalmente ganando el campeonato del mundo en la otra tierra de forzudos, Estados Unidos, allá por 1970.

El aparato propagandístico soviético lo vendía como un niño mimado, al que se le daban dos kilos de carne y 150 gramos de caviar diarios en su dieta de campeón. Treinta años después, en Estados Unidos alardeaban de las pizzas de Michael Phelps.

Batió 80 veces el récord del mundo, la mayor cantidad de plusmarcas en cualquier especialidad que haya hecho nunca un deportista. El viernes, su corazón dijo basta a los 69 años.

Tuvieron que pasar algunos años para que apareciera otro levantador carismático, Naim Süleymanoglu, "Hércules de bolsillo", hombre de metro y medio que era capaz de levantar tres veces su peso corporal y que se llevó el oro en Seul, Barcelona y Atlanta. Pero Alexeev sólo habrá uno.