Fiel a su lunática trayectoria , el Valencia volvió a cambiar de rumbo ante el Málaga y sacó adelante un partido que se le pudo complicar en algún instante, sobre todo si el rival no llega a abusar tanto del fútbol retórico -Joaquín dio un recital de florituras estériles, hasta que Albelda le enseñó las garras; a partir de ahí, desapareció del mapa. El Juaco, tan aguerrido como siempre -. Con su balsámica victoria, el VCF redimió a la grada de los disgustos que le venía propinando. A poco que pasado mañana ante el Cádiz, impere la normalidad, la feligresía xota pasará una Navidad en paz, amor y entonando villancicos. Y próspero año nuevo..., hasta la próxima barrabasada que cometa este equipo, especialista en meter la pata cuando más felices se las prometen sus parroquianos. Es el sino de este Valencia, tan discontinuo y voluble que no hay por donde agarrarlo. De pronto enloquece a sus afición de alegría, y a renglón seguido la vuelve loca de desesperación.

Regresó Ever Banega, la gran esperanza blanca-según su club de fans- . Cierto es que de sus botas partieron un par de pases profundos con intencionalidad y algún cambio de juego certero, pero también deparó las perdidas de balón más temibles, por su pertinaz tendencia a driblar en zonas de riesgo y en situaciones comprometidas. Los rivales, conocedores de esa querencia, le aprietan, con lo que consiguen jugadas claras de contragolpe en superioridad numérica, que acongojan a la grada. (Como todo lo malo es contagioso, a Rami también le ha dado últimamente por imitar al argentino, de manera que otro equipo con más mala uva que el inocentón Málaga, habría podido provocar un par de disgustos.) Aún así, ni con el regreso de Banega fue capaz el Valencia de mantener cierta fluidez en el centro del campo, para fabricar fútbol. Optó por el juego directo, faceta en la que encontró a un Soldado demoledor. Fue suficiente.

También se reintegró Miguel al puesto que le pertenece, porque hoy por hoy es, con diferencia, el mejor dos del Valencia. No se sabe si el entrenador indultó al lateral, o fue el propio Unai quien, en un arranque de lucidez, salió al rescate de Emery. Lo cierto es que al soplón del vestuario y a sus secuaces, les ha vuelto a salir el tiro por la culata. Mestalla ovacionó a Miguel. A los chivatos, que les den.