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La economía de guerra, la política de austeridad que Manuel Llorente convirtió en seña de identidad para sacar de la bancarrota al Valencia CF, ha quedado en entredicho con la polémica indemnización a Javier Gómez. El aún vicepresidente de la entidad, que dejará su cargo ejecutivo el 31 de diciembre, recibirá 1,2 millones de euros merced a una cláusula que él mismo estipuló en su contrato hace dos años y medio. No se trata de un despido improcedente, ni de una destitución como fue la del otro vicepresidente Fernando Gómez Colomer -que cobró más de 200.000 euros de indemnización- sino de una marcha voluntaria. Según fuentes próximas a Javier Gómez, éste abandona el cargo por decisión propia, pero igualmente cobrará una cifra más que notable de una entidad que no hace tanto se vio casi abocada a entrar en Ley Concursal, al acumular más de 500 millones de euros en deudas que fue sumando de anteriores etapas. Sólo la ampliación de capital, llevada a cabo in extremis, impidió la ruina financiera al frenar la entrada de Dalport.

El Valencia, que en las últimas semanas se ha caracterizado por un enorme secretismo en todos sus movimientos, no se ha pronunciado sobre cómo afrontará el pago de esos 1,2 millones a Gómez. Llorente, que es conocido por arañar hasta el último euro en sus negociaciones, también presume de apagar personalmente las luces de las oficinas del club, o de no utilizar el ascensor para ahorrar en el recibo de la luz -como ironizaba Jordi Évole en el programa Salvados-. Ahora tendrá que hacer nuevos equilibrios presupuestarios para poder pagarle a su segundo de a bordo.

Otra de las incógnitas que queda en el aire es saber cuál será realmente el nuevo papel de Javier Gómez dentro del consejo y si en la práctica tendrá una función más ejecutiva que de asesor, a pesar de no figurar ya en nómina. Tampoco se ha explicado si la decisión fue de carácter personal, o un movimiento del propio Llorente, si Bankia ha intervenido, o si ha sido una combinación de todos esos factores.

La gran duda es si el actual presidente - el único dirigente remunerado que queda en el club- dispone en su contrato con la sociedad de una cláusula que le indemnice por similar cantidad que la de Javier Gómez en caso de que también abandone su cargo.

Con una deuda actual de 368 millones de euros, rebajada por la venta de estrellas como David Villa, David Silva o Juan Mata -y en menor medida las de Marchena, Zigic y Joaquín- y con la compra del viejo Mestalla y los terrenos de Paterna por parte de Bankia, la historia más reciente del Valencia, especialmente con Juan Soler, está plagada de desembolsos astronómicos en concepto de despidos. La palma se la lleva el expresidente de Telefónica, Juan Villalonga, que hizo uno de los negocios más suculentos de su vida empresarial, al embolsarse nada menos que 10 millones de euros -aproximadamente 700.000 diarios- en poco más de un mes que duró su estancia en el club valencianista.

También se fueron del club con los bolsillos llenos, entre otros, el que fue brazo derecho de Soler, Jesús Wollstein (1,2 millones); los exdirectores generales Miguel Gonzálvez (1,8 millones) y Juan Galiano (1,2); los exentrenadores Quique Sánchez Flores (tres millones) Ranieri (siete) y Koeman (siete), los exdirectores deportivos Miguel Ángel Ruiz (800.000) y Javier Subirats, el exjugador Cañizares (más de dos millones de euros), o los dos jefes de prensa que contrató Soler de manera sucesiva. El propio Manuel Llorente fue indemnizado con 1,2 millones cuando Soler decidió prescindir de sus servicios en noviembre de 2006. Esas jugosas indemnizaciones acabaron de asfixiar entonces al Valencia CF.