?Volvieron a escucharse pitos en Mestalla y pañuelos blancos en señal de descontento. El Valencia no reacciona, sigue en crisis y la afición está de uñas. Ni seguir terceros congela la ira. Mestalla ya no aguanta más y así se lo hizo saber a Manuel Llorente que, abatido, soportó el chaparrón, mientras Quico Catalán lo consolaba y la megafonía del estadio sonaba a altos decibelios. El empate no satisfacía al anfitrión, sí al visitante. Y así, mientras desilusionada la hinchada del Valencia abandonaba el estadio, la granota, situada en la esquina norte del campo, seguía entonando cánticos, unos de apoyo a su equipo y otros para tratar de ridiculizar al anfitrión. Fútbol. Durante el partido, y como reclamó el técnico, la afición arropó al equipo. En los buenos y en los malos momentos.

Emery, en un extraño y enrevesado discurso, se inmoló pidiendo el apoyo de Mestalla hacia sus jugadores, y la grada, como siempre, aceptó el reto. Mestalla, como afirmó Albelda, responde a estímulos y así ocurrió. El equipo saltó al césped enchufadísimo y, fue hilvanar un par de jugadas, y la afición volcarse. Cierto es que, un derbi no es un partido cualquiera. Es, por el entorno, un encuentro muy diferente. De alto voltaje. Y más el de ayer. Nunca los dos equipos de la ciudad habían llegado tan igualados a un partido liguero. Y con tantas aspiraciones. Tampoco con un ánimo tan diferente. Para el Valencia, anfitrión, ganar era una obligación y la confirmación de que sigue estando un peldaño por arriba del Levante; para el Levante, ganar ponía la guinda a una temporada espléndida. Y ese estado anímico se evidenció desde mucho antes de arrancar el partido, ya que, mientras en el calentamiento la cara de los jugadores del Valencia era de mucha tensión y preocupación, los del Levante irradiaban tranquilidad. Y eso que, en los tres precedentes del año, el Valencia había sido muy superior.

Con la Liga de Campeones en juego, Mestalla dio un paso al frente para llevar en volandas al equipo y tratar de comer la moral al Levante. Pero el equipo de JIM está curtido en mil batallas y los cánticos en su contra no le amilanaron. Es el Levante un equipo que atesora todas las características que se le reprochan al Valencia: un grupo con carácter, con alma, con espíritu de sacrificio, solidario... un equipo. Y contra esos valores trató de luchar el Valencia. Lo hizo con la mejor de las predisposiciones, pero con el desacierto que ultimamente le acompaña. Hasta que Jonas -que cumplía 28 años- abrió el marcador, gracias a un pase de Feghouli y una jugada de Aduriz, y Mestalla recibió la recompensa a tanto cántico. ¡Vaya descarga de adrenalina!. El Valencia veía plasmado en el marcador su dominio y la afición respiraba porque, más de uno, acudió al campo preocupado al pensar que, el vecino pobre que rentabiliza como nadie sus recursos, podía colorearle la cara.

Escarmentado por los precedentes, el Valencia retomó el partido intimidando, pero un fallo en el centro del campo ayudó a que Koné marcara a placer para restablecer el empate y poner de uñas a Mestalla. Minuto 52. El guión de otros partidos se repetía. Otra vez tocaba remar a contracorriente en un desordenado partido en el que el Valencia, al ver marcar al rival, se hundía. Cualquier cosa podía pasar. Y pasó. Asqueados por el poco fútbol local, la grada tributó una gran ovación a Farinos que regresaba al campo que lo convirtió en estrella, mientras silbó el cambio de Tino Costa por Albelda y el de Piatti por Feghouli. Y es que, las expectativas ante un partido de estas características eran máximas y se quedaron en nada. Otra vez, los valencianista se marcharon rumiando de Mestalla.