Cuando Unai Emery tomó las riendas del equipo, en la plantilla había 18 jugadores nacionales; Mauricio Pellegrino entrena, de momento, a sólo once españoles. Son datos que reflejan cómo se ha ido desnaturalizando un equipo que, durante la pasada década, llegó a ser el que más futbolistas aportaba a la selección española -siete fue su mayor aportación en una convocatoria de Luis Aragonés-. Deportistas que, al ser traspasados, han ayudado al club a sobrevivir en una complicada tesitura económica.

En cuatro años, el Valencia ha ingresado 148 millones por la venta de jugadores nacionales (Albiol, Villa, Silva, Alexis, Marchena, Mata, Joaquín, Isco, Alba, Aduriz, Moyà) y sólo 17,7 por extranjeros (Moretti, Zigic, Manuel Fernándes y Topal). En ese período, a jugadores con fichas muy altas, el club facilitó su salida para ahorrarse este coste.

La venta, o salida, de futbolistas nacionales, sin embargo, ha sido cubierta por la compra de jugadores extranjeros, en su mayoría de menor caché que las salidas, que han llegado al club a un precio inferior y con una ficha menor a la de los jugadores vendidos -atrás quedó la tarifa de los 18 millones que se pagaron por Zigic o Fernandes-.

El resultado de esta nueva política, a la que ha obligado la coyuntura económica en la que actualmente está inmerso el club, es una plantilla en la que conviven siete nacionalidades y en la que, curiosamente, hay más de media docena de internacionales pero ninguno español. En la Torre de Babel en la que se ha convertido el Valencia, y a falta de dos incorporaciones, comparten vestuario once españoles, cuatro argentinos, dos portugueses, dos brasileños, dos franceses, un argelino y un mexicano.

Esta política, sin embargo, contrasta con la del Barcelona que, en los últimos años, ha revertido la situación para ahora vanagloriarse de que en la actual plantilla sólo hay ocho extranjeros, algo que no ocurría desde el curso 1995-96.

Cierto es que, el plan de austeridad seguido por el Valencia, ha permitido al club reducir su deuda sin perder nivel competitivo gracias al acierto en unos fichajes -el ejemplo más sonado es el de Jonas que llegó por 1,5 millones de euros gracias a una cláusula en su contrato que pocos conocían, cuando el Gremio de Porto Alegre, pedía diez millones- que mayoritariamente han aceptado el reto de jugar en el Valencia percibiendo una ficha menor a la de los jugadores vendidos.

Esta nueva filosofía de bajo coste y más acorde a la situación real del club, no obstante, ha posibilitado que el equipo se mantenga en la élite y, prueba de ello, es la clasificación del equipo para la Liga de Campeones año tras año y que el Valencia se haya adueñado en los últimos años de la tercera plaza de una Liga dominada por Madrid y Barcelona.

El domingo, en el Bernabéu, el nuevo proyecto empezará a caminar. Y lo hará con un equipo que, respecto al del año pasado, ha perdido a cuatro nacionales (Bruno, Aduriz, Dealbert y Alba), y a tres extranjeros (Maduro, Topal, y Miguel) para reforzarse con un nacional (Viera) y tres foráneos como son Pereira, Guardado y Gago. Curiosamente, en la nueva política en la que los jugadores extranjeros (12) superan a los nacionales (11), también el técnico y parte de su cuerpo técnico es extranjero. Como ya ocurriera el año pasado, en la Liga, los técnicos españoles son mayoría, con un total de 12 respecto a los 8 extranjeros.

De entre los foráneos, abundan los argentinos (Pellegrino se une a Simeone, Atlético de Madrid; Bielsa, Athletic y Pochettino, Espanyol; hay un portugués (Mourinho, Real Madrid), un chileno (Pellegrini, Málaga), un francés (Montanier, Real Sociedad) y un serbio (Djukic, Valladolid).