Un punto para arrancar. Un punto desde el que cimentar el sueño de una nueva temporada, y en el que asentar un nuevo proyecto. Porque empatar en el Santiago Bernabéu, el día que el campeón se estrena en su casa, tiene mucho mérito. El Valencia de Pellegrino tuvo personalidad, garra y supo sufrir. El nuevo Valencia tiene mucho margen de mejora pero, con resultados positivos, todo es más fácil. Todo se asimila mejor y la armonía, juegue quien juegue, se mantiene intacta. Todo suma. Cierto es que sacó oro de su único remate entre los tres palos.

El Valencia, en un escenario poco propicio, supo cómo remontar un partido que, a los diez minutos, encarrilaba Gonzalo Higuaín para el Madrid y, en la segunda parte, tenía como protagonista a Diego Alves y eso, sin duda, demuestra que el Madrid fue un vendaval. Desde el optimismo, este Valencia, por qué no, puede ser la alternativa. Ahora tiene 37 partidos por delante para demostrarlo.

Pellegrino, en su estreno en la Liga y en el día que sabía que todos los focos estaban dirigidos hacia él, fue coherente y alineó en el Bernabéu a los jugadores que más ha utilizado durante la pretemporada. A sus mejores jugadores. A un once que, con la incursión de Rami y Albelda, bien podría ser el equipo "tipo" de la temporada. Y es que, las pruebas ya habían acabado. Tocaba competir, la palabra que más utiliza el técnico en sus discursos. Y a eso fue el Valencia a casa del cam-peón. Y eso, con mayor o menos sufrimiento, hizo.

Cierto es que, para el estreno de un nuevo proyecto, no era el mejor escenario por la exigencia del rival. Según como se mire. Al margen del resultado, y al estímulo que supone jugar contra el Madrid, el nuevo Valencia es un equipo fiable, con orden, luchador, con garra y ambicioso. Pero, respecto al curso anterior, se repiten los desajustes defensivos. Y así llegó el primer gol del Real Madrid. Un pase de Di María dejó solo a Higuaín, que le ganó la espalda a los centrales -Víctor Ruiz y Ricardo Costa- y en un tercer rechace a bocajarro, el Pipita batió a Diego Alves.

Un gol tempranero -minuto 9- que congeló las expectativas con las que el Valencia había pisado el tapiz del Bernabéu. Porque el Valencia quería ser protagonista del partido y no titubeó al desafiar al Madrid para adueñarse de la posesión del balón y, a partir de ahí, tejer el juego. Pero la idea, plasmada con un sistema 4-2-3-1, sirvió hasta que el marcador se desequilibró porque, aunque sí se mantuvo la presión, el Madrid se sintió más cómodo y al contraataque supo cómo desarmar a un equipo al que le falta engrasar.

Le costó al Valencia desquitarse del golpe, pero con paciencia y sin desarmarse, consiguió recuperar el control ante un proyecto hecho, como el madridista. Un equipo que se conoce de memoria y mantiene sus automatismos. Gago, la extensión de Pellegrino en el campo, se empeñó en sacar a sus excompañeros las cosquillas y optó por abrir el juego del Valencia a las bandas. Casillas veía cómo el Valencia empezaba a acercarse, pero las jugadas no acababan de trenzarse y los delanteros, aislados, ni la olían. Pero a balón parado y al filo del descanso -minuto 41-, Tino Costa sacó un balón escorado hacia la banda derecha que Jonas, de cabeza, lanzó al fondo de la portería de Casillas que, en ese momento, chocaba en el aire con Pepe y caía al suelo semiinconsciente. Jonas empataba y ponía fin a la peor racha goleadora del Valencia en el Bernabéu: 4 partidos sin marcar.

El empate fue todo un sorbo de moral para un Valencia que, curiosamente en su equipo titular, sólo presentaba un futbolista español, Soldado, y tres de los seis refuerzos que han llegado este verano: Pereira, al que no le intimidó en absoluto defender a Cristiano y dio la sensación de sentirse muy cómodo en un escenario desconocido para él; Gago, que con la autoestima recuperada, es todo un lujo y Guardado, puro desparpajo para un jugador que aterriza desde la Segunda División. Sin embargo, la mejoría anímica que supuso el gol contrastó con la deriva que experimentó el equipo y el sufrimiento. Y no por las carencias o falta de argumentos futbolísticos, sino porque el Real Madrid fue un vendaval.

El equipo de Mourinho se asentó en el campo del Valencia y, como si de una ametralladora se tratara, se dedicó a lanzar balas a Diego Alves. Di María, Benzema, Higuaín, Özil, Callejón..., cualquier jugador y desde cualquier ángulo lo intentaba mientras Alves -al que la Virgen de la Aparecida a la que le profesa devoción y luce en sus guantes le sacó de más de un aprieto- se reivindicaba como el portero titular. Alves privó al Madrid de su primera victoria. El proyecto no renovado de Mourinho, el tercero, arrancaba tropezando en casa. Y es que, mientras en los despachos el Valencia ha apostado por confeccionar un proyecto nuevo para tratar de revalidar el tercer puesto, con los riesgos que ello conlleva, en el Madrid la línea es continuista. El tiempo dará o quitará la razón.

El presupuesto, posiblemente, dictará otra cosa.