Los vicios defensivos del Valencia continúan ensombreciendo sus virtudes atacantes. Pasaba con Unai Emery, con un equipo estigmatizado por las remontadas en contra, y así se repitió anoche, con Mauricio Pellegrino al mando. La vida sigue igual en Mestalla, y al Flaco le espera una ardua tarea para armar un equipo tocado en la autoestima cuando recibe golpes. El Valencia, sobre el arenoso pasto de Mestalla, fue el mismo equipo inestable capaz de bordar el fútbol en ataque en la primera mitad, gracias a la sociedad ilimitada formada por Jonas y Soldado, para acabar firmando un sufrido empate con la remontada final del Deportivo, que se metió en el partido sacando tajada de la alarmante falta de autoridad en las jugadas a balón parado. Huérfano del lesionado Gago, el Valencia, silbado por su grada en la despedida, perdió su personalidad. En el Camp Nou, cara a cara con Messi, el equipo pasará otra prueba de madurez.

El camino más rápido para afianzar una nuevo filosofía de juego es confiar en un once reconocible. Es la vía utilizada por Pellegrino para conjuntar a su Valencia, que respondió de inicio imponiéndose a un Deportivo con ideas con el balón y muy blando sin él, y a un césped convertido en un patatal peligroso para la integridad de los futbolistas. El encuentro del Bernabéu, más allá de la buena disposición defensiva, no era una referencia del todo fiable, por la entidad del Real Madrid y el peso escénico de Chamartín. Faltaba ver cómo se iba a jugar en casa, teniendo que llevar la iniciativa y el peso del encuentro. Emergió con la conducción rápida de Gago y la conexión entre Jonas y Soldado, siempre afilado y despierto. En diez minutos se comprobó de nuevo que el mediapunta brasileño es el jugador más en forma de los blanquinegros. Empezó con una «folha seca», sin dejarla caer, previo control con el pecho. Después volvió a avisar con otro chut a pase de Feghouli. Finalmente, en el minuto 10, intervendría decisivamente, pero en calidad de pasador, su gran especialidad. Mandó un envío al espacio a Soldado, con quien se entiende sin necesidad siquiera de mirarse. El delantero recortó ante Aranzubía y marcó a puerta vacía.

El gol delató la débil presión que el Deportivo ejercía sobre la línea de pasadores del Valencia, muy cómodos y sueltos. Ese defecto acabaría por desangrar a los deportivistas en los siguientes tantos. Se vio muy claro en el segundo gol, posiblemente el mejor de lo que se lleva de campeonato. Tino Costa descosió a la zaga gallega con un toque picado en dirección a Jonas. El brasileño, sin dejar que el balón cayera a la hierba, cedió a Soldado, también desmarcado, que resolvió la maravilla colectiva con la mejor factura posible: un remate de tijera impecable. Por el aire había llegado el gol, esquivando la amenaza constante del césped. Feghouli se jugó la pierna al levantar un buen puñado de hierba jugarse la pierna en un intento de pase.

El 2-0 relajó al Valencia y el Deportivo, un equipo con la inercia ganadora de su paso triunfal en Segunda, despertó. A Riki le anularon un gol, por un correcto fuera de juego. Los visitantes ahondaron en la pausa valencianista y recortaron distancias, en un saque de esquina defendido de forma tímida, sin sangre. Abel Aguilar aprovechó el rechace suelto para anotar. Pero a los dos minutos, el Valencia marcaba el tercero. Fue en la primera acción en la que intervino Parejo, sustituto del lesionado Gago. Un pase en profundidad en el que Evaldo tenía todas las de ganar pero infravaloró la voluntad indomable de Feghouli, que le robó la cartera y cruzó ante la salida de Aranzubía, el mejor de los deportivistas en el primer acto. La noche olía (solo eso) a goleada.

Pánico defensivo

En la segunda mitad el Deportivo, necesitado, agarró la batuta. El equipo de Oltra, siempre competitivo, hurgó en la herida de los balones aéreos, pésimamente defendidos. Tres saques de esquina había sacado ya el Deportivo en un cuarto de hora, hasta que otra vez Abel Aguilar colocaba emoción en el marcador en otro lance lleno de imprecisiones.

El desenlace se abrió, sin un gobierno claro sin Gago y ocasiones en ambas áreas. La línea de tres mediapuntas del Depor se imponía y el rival acumulaba más y más saques de esquina. Pellegrino quiso cerrar la hemorragia abierta en la banda de Mathieu introduciendo a Bernat y reciclando a Guardado (en espera de Cissokho) como lateral zurdo.

Velasco Carballo, que no había decretado un penalti sobre Marchena, señaló otro, más discutible, de Ricardo Costa, que además fue expulsado. Pizzi materializó la pena máxima y cerró un partido en el que el caos fue el gran vencedor.