Ya había ganas, los partidos de este verano ante el Oporto y el Tottenham sirvieron para quitar un poco el «mono» de fútbol, pero la competición es otra cosa. Ayer se notaba en los alrededores de Mestalla, en los padres llevando al hijo de aquí para allá, en los amigos con sus camisetas y con sus cánticos, en el abonado que saluda a su compañero de asiento, aquel al que no había visto en todo el verano. «Un año más aquí, a ver cómo le va a Pellegrino», le decía uno. «Pues sí, este año a por todas», le respondía el otro.

El Valencia, el renovado equipo del técnico argentino, ha vuelto y lo ha hecho con la intención de dar la máxima guerra posible en esta liga que para muchos es cosa de dos desde antes de que arranque, pero en la que no hace tanto tiempo equipos como el Valencia, o incluso su rival de ayer, el Deportivo de La Coruña, se atrevían a desbancar al Barça y al Madrid. Un Madrid que, por cierto, perdía ayer en su primer desplazamiento, a Getafe, después de que el Valencia le hubiera amargado el estreno ante su afición el pasado domingo con el empate a uno. Tal vez esto sea el inicio de una temporada distinta, sin bipartidismo, aunque para eso el Valencia tiene que rendir en cada encuentro, en cada balón, al cien por cien.

En los prolegómenos, un año más, y como no podía ser de otra forma, las notas de la banda de música, ayer la de Albalat de Sorells, ponían el toque más autóctono al partido. Ellos fueron casi los primeros en pisar un césped que se resembró hace tan sólo tres años y que posiblemente se vuelva a cambiar pronto. La verdad es que ya en los primeros quince minutos se veían tramos levantados, como el de la izquierda de la portería defendida por Alves. Se había esparcido arena para afianzar el verde y en cada acción daba la sensación de que se pisaba un charco, pero seco, mientras las «chuletas» de verde se desprendían.

Ovación a Oltra

Uno que también es de la tierra, el ahora entrenador del Deportivo, José Luis Oltra, se llevaba la ovación que seguro que le puso los pelos de punta mientras una nube de fotógrafos capturaban su paso por Mestalla. Eran exactamente las once menos dos minutos de la noche cuando los dos equipos saltaban al terreno de juego. El público se ponía de pie para recibirlos. Ya estaba todo listo, la temporada en el feudo blanquinegro iba a arrancar y las cámaras eran una constante desde todos los puntos del campo.

La semana pasada le tocó al Levante UD y esta al Valencia CF. Los caprichos de la Liga de Fútbol Profesional y sus horarios para trasnochadores han afectado de lleno a los valencianos, pero pese a eso la presencia en las gradas no se resintió demasiado y la gente acudió a ver el estreno de los de Pellegrino, aún con alguna pancarta de protesta: «no al fútbol a las 23», «no al fútbol los lunes». La recién creada Curva Nord era la primera en empezar los cánticos, pero todo el estadio gritó al unísono con el tanto del llamado a volver a ser el pichichi, Roberto Soldado.

Antes había decidido reabrir viejas heridas: «Vuestras noches de insomnio, nuestros mejores sueños» y dos fechas: la del empate de Riazor con el penalti fallado por Djukic (14-05-1994) y el descenso a Segunda (21-05-2011).

El precedente de los partidos a las 22:30

El valencianismo retornó anoche a un horario que no le era tan extraño y que durante varios años fue una de las singularidades de la entidad. En la década de los 80 e inicios de los 90, al Valencia se le permitió jugar sus partidos de local, a diferencia de los otros equipos de primera división, los sábados a las 22:30 horas. Un horario en el que también era costumbre disputar los amistosos del trofeo Naranja. La razón de esta norma no escrita era parecida a la que se ha argumentado en este inicio de temporada para justificar los partidos a las once de la noche. Otro de los clubes beneficiados fue el Tenerife, por el horario insular. La afición, por entonces, no protestó y Mestalla registraba grandes entradas, rozando el lleno una época que coincidió con el renacimiento deportivo de la entidad y en la que no había congestión de partidos televisados. El horario favorecía que el núcleo de aficionados procedentes de las comarcas pudieran llegar a Mestalla con tiempo de antelación y, de paso, pasar la tarde en los centros comerciales. v. c. t. valencia