Manuel Llorente no ha echado mano del entrenador-parapeto, por lo que la destitución de Mauricio Pellegrino es un ejercicio de asunción de responsabilidad. El argentino fue una apuesta personal, que no todos compartían. Anoche se lamentaba de que era el primer entrenador que destituía y esa era la historia tal como se manejaba, tanto cuando ha sido presidente como en la época en la que mandaba en la sombra, con Pedro Cortés y Jaime Ortí en la poltrona. Todos sus entrenadores, hasta ahora, habían completado las relaciones contractuales y la no continuidad era la forma de decir, eufemísticamente, que sus tiempos habían pasado. Aunque es una fórmula que tampoco le es extraña: destituyo a Fotis Katsikaris en su época de presidene del Pamesa Valencia.

Pero lejos de enrocarse con su idea, el presidente se ha desembarazado de un entrenador sobre el que no había vertido hasta ahora la más mínima crítica. Ni mensaje más o menos subliminal alguno. Todo lo contrario que con Unai Emery, a quien llevaba tiempo presionando. «Podría contratar a Unai de sustituto, que ahora está sin equipo» se comentaba de forma chunguera tras el desastre de anoche.

El partido de ayer es todo un toque de atención para Llorente, un personaje que, hasta ahora, había pasado mucho desapercibido, amparado en el anonimato que da el ser un personaje oscuro y con la ventaja de que los resultados deportivos eran, dentro de lo que cabe, fieles al guión.

No será fácil el día de mañana para Llorente, porque a las preocupaciones del día a día del club „una situación económica asfixiante„ se le une ahora el malestar de la grada, algo que, seguramente, aprovechará también Francisco Roig para animar a sus fieles. Ayer ya había una pancarta en la que se leía: «Paco Roig, el puto amo». Mucho tendrá que agradar el nuevo entrenador para apaciguar a unas masas que, de todos modos, han repartido las culpas a partes iguales.

27 años desde el último 2-5

Hacía 27 años que el Valencia CF no perdía un partido por este tanteo. Hay que remontarse a un encuentro de liga disputado en marzo de 1985 en el que los goles de Archibald, Schuster, Clos, Rojo y Marcos desarbolaron al equipo de Roberto Gil, cuyos goles marcaron Roberto y Tendillo.