Mestalla cumple mañana 90 años de vida, y lo hace muy cerca de convertirse en el estadio más antiguo de Primera división, una vez que San Mamés sea derribado cuando finalice la presente temporada, después de cien años justos de existencia. En el resto de divisiones principales sólo el Molinón, levantado en 1908, o la mayoría de estadios ingleses, que raramente cambian de ubicación, superan en longevidad al recinto valencianista. Desde que el 20 de mayo de 1923 fuera inaugurado con un amistoso contra el Levante FC, resuelto con un solitario gol del ídolo Arturo Montes, Mestalla ha sido la casa del Valencia, sobreviviendo no sólo al paso del tiempo sino también a los rigores de la guerra civil, de la riada de 1957 y a varias ampliaciones, nunca culminadas según el proyecto inicial y que han modificado su aspecto.

El cierre de Mestalla estaba previsto para el año 2009 pero el retraso en las obras del futuro estadio le está otorgando años extra de vida, con una sentencia judicial pendiente de ejecución por la cual se debería derribar toda la grada ampliada a mediados de los 90. Testigo de todos los éxitos del Valencia, y sede del Mundial 82 y de los Juegos Olímpicos de Barcelona, Mestalla se ha quedado viejo y no posee las comodidades y servicios de los grandes estadios.

Construido en una zona de huerta hacia la que fue expandiéndose la ciudad a lo largo del siglo XX, el actual Mestalla, por medidas de seguridad elementales como la obligación de liberar las calles, tiene limitada su explotación comercial, uno de los puntos fuertes de los principales clubes del continente. No obstante, con los sucesivos cambios ha acentuado una estructura vertical que lo convierte en uno de los campos que más presiona a los equipos rivales.

La historia de Mestalla, que con vestigios de todas las épocas tiene un estilo arquitectónico inclasificable, también es la historia de los campos que nunca han sido. Las maquetas presentadas en los años 50, finales de los 70 y mediados de los 90 representaban estéticos estadios de primer nivel que, por razones sobre todo económicas, no pudieron completarse. En ese sentido, la maldición se ha repetido incluso en el futuro estadio de Corts Valencianes. El proyecto faraónico presentado en noviembre de 2006 va a sufrir importantes modificaciones, que van desde el acabado exterior hasta el número final de espectadores, por la falta de liquidez a la que se enfrenta el club para acabar las obras.

El Gran Mestalla y la riada

Salvo en la construcción de la Tribuna en 1927, que endeuda al club en 212.000 pesetas, cada ampliación de Mestalla ha tenido su crisis económica final y ha venido incubada por una época previa de gloria, que empujó al club a expandir su horizonte. En los años 50 resonaban todavía los éxitos de la década anterior, la de la delantera eléctrica. Epi, Amadeo Mundo, Asensi y Gorostiza marcaron 440 goles que condujeron al Valencia a ganar tres ligas, dos copas y a perder otras tres finales de Copa. No cabían más aficionados en Mestalla y el club planeó la primera gran ampliación que experimentaría el estadio: el Gran Mestalla, con capacidad para 40.000 espectadores y 100 millones de pesetas de inversión. Por primera vez, el estadio crecía más allá de su primitiva estructura y el club tuvo que comprar 1.069 metros cuadrados de huerta en la parte colindante del Gol Norte. El club busca iniciativas financieras ofreciendo abonos especiales de 15 años a partir de la temporada 1950-51, cuando arrancan los trabajos, proyectados por el arquitecto Salvador Pascual Gimeno, que ya se encargó de la reconstrucción tras la guerra civil. En 1955 se emiten 35 millones de pesetas en obligaciones con la ayuda de Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid. Así se construye la parte superior del graderío longitudinal y la mayor parte de la Tribuna de preferencia. El equipo no deja de jugar nunca en Mestalla, a pesar de la envergadura de la obra. El 27 de diciembre de 1955 queda inaugurada la tribuna, de 32 metros de volado y con capacidad para 7.000 espectadores. El nuevo anfiteatro reúne a cinco mil espectadores. De la idea inicial, que incluía cubrir todo el estadio y construir una gran torre, se pasa a una más asumible. Además, la riada de 1957 arrasa con buena parte de las gradas inferiores, y además deja impracticable el terreno de juego. Una marca en el túnel de vestuarios todavía señala hoy hasta donde llegó el agua.

La siguiente remodelación viene en 1978. El Valencia presidido por Ramos Costa tenía un equipo estelar, liderado por Mario Alberto Kempes, máximo goleador del Mundial de Argentina. Mestalla, ahora llamado Luis Casanova, tiene otro gran reto en otra cita mundialista, la de España 82, de la que iba a ser sede. De aquel proyecto queda una maqueta en mal estado que el servicio de Patrimonio Histórico de la Fundación del Valencia quiere restaurar. No se construyó toda la grada prevista (el aforo se queda en 46.000 espectadores) y la renovación se limitó a una remodelación estética y en abrir accesos a la grada de la recién estrenada Avenida de Aragón, una vez suprimida la estación de trenes. El coste de las obras agrava la situación financiera de un club encaminado al descenso a Segunda división de 1986.

Mestalla evoluciona por última vez con el proyecto presentado por el presidente Francisco Roig, que aspira a crear 19.152 nuevas localidades (70.000 en total, 52.600 finalmente) y cambiar el aspecto general del estadio con una nueva fachada. La mayor novedad es que las obras no se apoyarían sobre ninguna de las estructuras ya existentes. En diciembre de 1996 empiezan los trabajos, con un presupuesto de 3.500 millones de pesetas. Se completan las obras del Gol Gran, Gol Xicotet y la Grada de la Mar, pero quedaron pendientes las de Tribuna, ante la denuncia vecinal. El Supremo declaró ilegal el proyecto y ordenó derruir toda la grada, pero la sentencia nunca se ejecutó.

La actual crisis financiera viene heredada de otra época triunfal, culminada con el triplete del año 2004, que estimuló al club presidido por Juan Soler a levantar el nuevo estadio en Corts Valencianes. Las obras arrancaron en 2007 y quedaron paradas indefinidamente en 2009 por falta de dinero tras más de 150 millones invertidos.

Entrar en Algirós costaba 35 céntimos

El Valencia Football Club que nace en el Bar Torino el 18 de marzo de 1919 escoge como su primer estadio un solar próximo a los cuarteles de la Guardia Civil en el camino de Algirós, cerca de las instalaciones de la Exposición Regional de 1909. El joven club dirigido por Augusto Milego rechaza otras ubicaciones, entre ellas unos terrenos, junto a la Gran Vía, en los que se ubicaría el mercado de Colón. Eugenio Miquel alquila el campo de Algirós a los jóvenes dirigentes valencianistas por cien pesetas al mes. Son los propios jugadores, los Montes y Cubells, los que limpian el terreno de juego y pintan las líneas de cal. El campo se inaugura el 7 de diciembre de 1919 y tiene capacidad para 5.000 espectadores. Cuenta con una entrada principal y el resto se valla de cañizo para poder cobrar entradas, que van desde los 35 céntimos a los 60 de la Preferente. En apenas dos años Algirós se queda pequeño. El Valencia, nacido con unas sólidas estructuras heredadas de clubes anteriores como el Deportivo Español, cuenta con una sólida base de 2.500 socios, que renuevan su abono mensualmente. Es necesario trasladarse a 10.000 metros de terreno pegados a la acequia de Mestalla y que su dueño, el barón de Bellver, acepta vender a los directivos del club por 316.439,20 pesetas. El arquitecto, socio del club y futuro presidente Francisco Almenar se encarga de las obras. Pocos imaginaban que Mestalla ya sería la casa eterna del Valencia. v. c. t. valencia