El nuevo Mestalla, sin ser todavía una realidad, es uno de los estadios que opta a ser sede de la Eurocopa de 2020, que tendrá como singularidad su itinerancia, ya que se disputará en trece países distintos en conmemoración por el 60 aniversario de la UEFA. Ya se ha dado el primer paso de un proceso que todavía está en una fase embrionaria. A iniciativa del Ayuntamiento de Valencia y la Generalitat, el Valencia ha aportado la documentación requerida por la Federación Española de fútbol para poder ser uno de los estadios candidatos. El plazo acaba mañana y de momento sólo dos recintos, el Nuevo San Mamés y a última hora de ayer Cornellà-El Prat, se ha presentado también. Cada federación nacional podrá presentar dos candidaturas, de la cual sólo una será aceptada.

En los requisitos presentados, se ha informado de las condiciones del estadio y también de datos relativos a las infraestructuras de la ciudad. Entre otros detalles, la UEFA exige que los aeropuertos tengan un mínimo de dos terminales para que los aficionados rivales no se mezclen en su llegada y que la duración de los vuelos no exceda de las dos horas, para favorecer el tránsito de los hinchas.

El Valencia ha aceptado la idea, con la lógica condición de que el estadio, con las obras paradas desde 2009, debe estar acabado. En este sentido no hay impedimentos teóricos por parte de la UEFA, que especifica que las obras en los nuevos estadios que sean sede deberán arrancar antes de 2016. El siguiente paso, si se supera la primera criba de la RFEF, vendrá entre abril y mayo del año próximo, con la presentación de los informes de licitación y comienzo de la fase de evaluación de todos los candidatos. Es en ese momento cuando se conformaría un comité de cada candidatura. Al estilo de lo que ocurre con los JJOO, en él se integrarían club, instituciones y personalidades de relevancia social. Como materia de examen se analizaría no únicamente el estadio sino otros factores como el turismo, capacidad hotelera, la seguridad y aspectos de índole cultural. También contaría la experiencia en la celebración de grandes eventos, en los que la ciudad está bien entrenada, como la Copa América, la Fórmula 1, el mundial de motociclismo, las finales de Copa del Rey en el viejo Mestalla o incluso la visita del Papa Benedicto XVI.

Justo dentro de un año se nombrarán las ciudades anfitrionas por parte del Comité Ejecutivo de la UEFA. La decisión sobre cualquier ciudad ya elegida estará, no obstante, sujeta a revisión, sobre todo por el cumplimiento de las fechas para presentar los estadios de nuevo construcción. La fortaleza de la candidatura de Valencia estará en desbloquear, en los próximos doce meses, la paralización de las obras del nuevo Mestalla.

Con la inclusión del estadio del Espanyol, la RFEF tendrá necesidad de realizar un descarte previo entre Cornellà-El Prat, el Nuevo San Mamés y Mestalla. Sólo uno de los tres sería finalmente el elegido. A favor del recinto de Corts Valencianes cuenta su mayor aforo. Al rebasar los 70.000 espectadores hay proyectados 75.000, el Nuevo Mestalla podría albergar no sólo la fase de grupos, los octavos y los cuartos de final, sino también la semifinal y la gran final. Por contra, la capacidad del nuevo San Mamés 53.332 espectadores y del estadio espanyolista 40.500 les limita a ser sede, como máximo, de los cuartos de final. El planteamiento podría cambiar si el Valencia acaba reduciendo el número de butacas para abaratar la finalización de las obras. No obstante, tener ya el estadio listo y otros aspectos colaterales, como la influencia en la UEFA del presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, de reconocido pedigrí rojiblanco, colocan a Bilbao en la pomada. En el Valencia se ve con ilusión la posibilidad pero recuerdan con realismo que «quedan siete años» y «antes habrá que ver cómo acabamos el estadio».