Si la capacidad de un granero de cebada es de 1.152.000 «sila», y cada hombre recibe siete «sila» de grano, ¿cuántos hombres pueden recibir una ración?». Este problema matemático fue grabado en una tablilla hace más de seis mil años en la ciudad sumeria de Shuruppog. En otra tablilla sumeria se encontró grabado este otro problema: «Si en Catar hay en el verano temperaturas superiores a los cuarenta grados, lo cual hace imposible jugar un partido de fútbol en condiciones aceptables, ¿dónde no se debe organizar un Mundial de fútbol?». Qué listos eran los sumerios. Supongo que el primer problema serviría de ejercicio para los niños con ciertos conocimientos matemáticos, mientras que el segundo, mucho más fácil, se plantearía como parte de los deberes para el verano de los niños que habían suspendido matemáticas. De hecho, ahora mismo no me atrevo a dar la respuesta al primer problema. Sin embargo, estoy seguro de que la respuesta al segundo problema es: Catar.

Sepp Blatter, presidente de la FIFA, acaba de reconocer que la elección de Catar como sede del Mundial 2022 fue una equivocación debido a las altísimas temperaturas que se dan allí en el verano. ¿Por qué los sabios miembros de la FIFA eligieron Catar como sede del Mundial 2022? ¿Acaso no sabían que en Catar hace mucho calor? Puedeque creyeran que el cambio climático actuaría en esta ocasión a favor del fútbol y que en 2022 en Catar haría menos calor. Pero en otra tablilla sumeria de hace más de seis mil años se encontró grabado este problema matemático: «Si en Catar hace muchísimo calor en la primera década del siglo XXI, ¿qué probabilidades hay de que la temperatura disminuya en el año 2022 lo suficiente como para que se pueda jugar un partido de fútbol sin que los jugadores tengan que ser recogidos con una pala en el minuto 15?». Este problema se planteaba a los niños sumerios de 3 años, y la respuesta correcta es: cero. Ninguna. Nada de nada. Que no, vamos. Que cuando los chicos de la FIFA concedieron a Catar la organización del Mundial 2022 ya sabían que iba a hacer muchísimo calor. Los sumerios lo sabían. La FIFA lo sabía. Sepp Blatter lo sabía. El emir de Qatar lo sabía. Qatar Airways lo sabía. Los futbolistas lo sabían. Todo el mundo lo sabía. ¿Hay soluciones?

La solución de Blatter es que el Mundial de Catar se celebre en invierno. ¿Y qué hacemos con los campeonatos de Liga? Suspenderlos un ratito. En otra tablilla sumeria está grabado el siguiente problema: «Si tengo un campeonato en Catar que no se puede celebrar en verano porque hace mucho calor y lo traslado al invierno obligando a interrumpir la Liga, la Premier League, el Calcio, la Bundesliga y demás, ¿a cuántos futbolistas y aficionados he conseguido cabrear?». Este problema era resuelto sin ninguna dificultad por los niños sumerios de 2 años, y la respuesta es: a todos. No entramos en cuestiones filosóficas del tipo «Si A quiere ocupar el lugar de B y a B no le sale de las narices ocupar el lugar de A, ¿tiene B la obligación moral de dejar su sitio a A sólo porque Blatter lo diga y porque A tenga mucha pasta gracias al petróleo? ». Tampoco entramos en cuestiones físicas («¿Pueden celebrarse dos campeonatos de fútbol a la vez?»), ni estéticas («¿Un Mundial de fútbol en invierno es tan feo como unos Juegos Olímpicos de invierno en agosto, o es sólo una gilipollez?»), ni teológicas («¿Por qué Dios no interviene para detener las guerras, los terremotos, los castings de «Gran hermano» o los Mundiales de fútbol en verano en el puñetero desierto?»). El Mundial de Catar es una cuestión de matemática básica. Los sumerios ya lo sabían.