El delantero brasileño Romario, que ahora se dedica a la política, ha explicado de una manera científica la causa de la singular habilidad del argentino Leo Messi para jugar al fútbol. En su opinión, el considerado como mejor jugador del mundo padece una leve forma de autismo, el llamado síndrome de Asperger, que le proporciona una especial capacidad de atención y concentración por encima de lo normal. Al parecer, Newton y Einstein, considerados como dos de los mayores genios que dio la humanidad, padecían (o gozaban) de esa misma facultad y eso les sirvió para alcanzar las cimas más altas de la ciencia. No hay que esperar de Messi que formule alguna teoría de tanto impacto como la ley de la gravitación universal o la de la relatividad, pero nos conformaríamos con que, durante el tiempo que le queda como jugador en activo, siga desarrollando un juego tan milagroso como el que ha venido exhibiendo hasta ahora.

No somos quien para dictaminar si la opinión de Romario tiene o no solvencia médica, y sobre el autismo y el síndrome de Asperger sabemos poco más que lo elemental. Pese a ello, el apunte del jugador brasileño merece la pena ser tenido en cuenta. Hasta ahora sabíamos que, para jugar bien al fútbol, aparte de la habilidad con la pelota y unas buenas condiciones físicas, era necesario ser listo y tener el centro de gravedad bajo. El centro de gravedad bajo facilita los movimientos para evolucionar con rapidez y mantener la estabilidad, el mismo Romario es un buen ejemplo de ello. En sus tiempos de jugador profesional en activo, el «Baixinho», como le llamaban en Brasil por su corta estatura, llamaba la atención por su rapidez en la arrancada, su capacidad de desmarque y sobre todo por su habilidad para ocupar los espacios donde se genera el verdadero peligro. Jugando contra el Real Madrid, un regate suyo, al modo de la «cola de vaca», le rompió la cintura al defensa vasco Alkorta antes de enviar con maliciosa suavidad el balón hacia la red. Otro gran depredador del área, el alemán Gerd Müller, también gozaba de esa condición, si bien su estilo era mucho más tosco.

Romario fue un caso extraordinario de aprovechamiento inteligente de unas condiciones naturales y eso le sirvió para prolongar su carrera hasta sobrepasados los cuarenta años. Le solían acusar de que una vida irregular y un tanto disipada condicionaba su rendimiento pero él argumentaba que la vida nocturna, las novias y las discotecas más que perjudicarle le beneficiaban. Y lo cierto es que en el terreno de juego solía confirmarlo.

El supuesto leve autismo de Messi, y su equiparación con Newton y con Einstein, dará que hablar. En el aspecto futbolístico parece que le beneficia extraordinariamente, pero en el fiscal eso está por ver. Su padre le ha dicho al juez que él es el único responsable de un presunto delito fiscal. «El chico solo se ha dedicado a jugar al fútbol», declaró don Jorge Messi. Es el sino de todos los genios. Ellos están concentrados en sus cosas y el resto de las contingencias que abruman a los simples mortales les resbalan. Habrá que esperar a la opinión del juez.