Djukic defiende en público que su proyecto no está en entredicho. Pero la realidad es que el equipo no funciona. Ni ofensiva ni defensivamente. Con unos u otros jugadores o con sistemas diferentes. Sumar tres de los doce puntos en juego pone al equipo en alerta, pero más allá de los resultados, lo más negativo son las sensaciones que se desprenden. «Fuimos un desastre» valoraba ayer Ever Banega.

«Nos faltó iniciativa, actitud y amor propio», reconocía abiertamente el argentino, mientras el técnico, tras la derrota contra el Betis (3-1) aseguraba que la actitud de los jugadores había sido «buena». Sobre la imagen, no se pronunciaba. Y el Valencia del Benito Villamarín fue un equipo plano, espeso y sin ideas; similar al que jugó en Cornellá y en la primera parte contra el Barça en Mestalla. Y el pesimismo se extiende a pasos agigantados entre cuerpo técnico, jugadores y los trabajadores que están alrededor del equipo. «Necesitamos ganar para tener confianza y poder reconducir la situación. Un equipo como el Valencia no puede perder cuatro partidos consecutivos y en un partido tener 102 pérdidas de balón», sostenía Banega que, antes del entrenamiento vespertino, quiso exculpar al técnico de lo que ocurre sobre el césped. «Los que estamos en la cancha y los que jugamos somos nosotros, por lo que la culpa es sólo nuestra. Deberíamos haber salido mejor y jugar con más intensidad», justificaba.

«Entrenamos a muerte pero no nos salen las cosas. Nos falta confianza», remarcaba Banega. «Este es un momento complicado. Contra el Betis empezamos mal y nos desconcertamos. Somos los primeros que queremos que esta dinámica cambie y la primera oportunidad será el jueves contra el Swansea con el apoyo de nuestra afición», reflexionaba.

Urge una reconversión porque los futbolistas, que son los que llevan a la práctica las ideas del técnico, están desconcertados. El mensaje no cala, el técnico lo sabe y busca como reconducir la situación aunque eso deteriore su imagen y suponga dar un bandazo.

Las cesiones de Djukic

Así, antes de la derrota, Djukic ya había cedido a la presión del vestuario. Lo hizo, primero, acoplando su método de trabajo al gusto de los jugadores y luego, suavizando su discurso público para no molestar a sus pupilos ya que las críticas, tras la derrota de Cornellá, disgustaron al grupo y el técnico evita ahondar en la fractura que ya existe porque muchos jugadores ya se sienten suplentes y otros creen que, por mucho que se esfuercen, su posición en el once ya tiene dueño. Ayer, en la vuelta al trabajo, el técnico sacó su vara de mando para hacer ver a la plantilla que éste no es el camino y que si el equipo no cambia de actitud la situación será difícil de reconducir porque los grandes no ceden. Pero el discurso fue más bien tibio ¿Teneis algún problema?, le preguntó y el vestuario guardó silencio.

El técnico, que en la vuelta al trabajo desprendía tristeza, habló antes de la sesión con el director deportivo Braulio Vazquez para tratar de buscar soluciones. Y ambos coincidieron en que la actitud de varios jugadores no es la más apropiada. Vázquez, tal como hizo tras el partido Amadeo Salvo, reforzó anímicamente al técnico y comunicó la intención del presidente de reunirse con la plantilla el miércoles para tratar de cerrar fisuras y recordarles la importancia que tiene para su proyecto que la parcela deportiva funciones.