Alos múltiples réditos deportivos que Fernando (Gómez Colomer) le ha aportado al Valenciay le puede seguir aportando, si se hace el ánimo hay que descontarles la rémora que supone haberle dejado en herencia a Braulio, en calidad de sustituto suyo en la dirección deportiva. Él lo trajo y con él debió de largarse. Pero no. Llorente se lo quedó encantado. Primero no se atrevió a darle el rango de Director deportivo («dir-dep», que dirían los horteras) ni mucho menos, la remuneración correspondiente y lo rebajó al nivel de «encargao». Él no puso ninguna pega. Al contrario, se conformó con un sueldo menor, pero apañado, y no se sintió menospreciado en su orgullo profesional por la titulación que le otorgaron: coordinador de la secretaría técnica. Tampoco tenía motivos de queja: de ser un perfecto desconocido en el mundo del fútbol Fernando sabrá de donde le sacó para convertirlo en su ayudante saltó, de la mano del VCF, al primer plano de la alta competición. Con el paso del tiempo, sus adeptos mediáticos comenzaron a llamarle director deportivo, título que no recuerdo si al final se lo concedió oficialmente Llorente, pero que ya le ha sido adjudicado en propiedad. Tampoco importa mucho. Lo que si le mejoró el expresidente fue el sueldo, como reconocimiento a los servicios prestados a la presidencia. Jamás levantó la voz, fue dócil con las indicaciones recibidas y no puso ninguna pega a sus planteamientos deportivos, siempre tan burocráticos. Al contrario, asintió obediente a todos sus deseos, así fueran traspasos de futbolistas clave, o fichajes de bajo nivel. Esta sumisa versatilidad parece que también ha sabido apreciarla Amadeo Salvo, un presidente intervencionista al que le viene muy bien un tipo tan dócil. Así que ha optado por mantenerle en el cargo. En fin, un «bon xic», este gallego.

Pero ¿estaba está Vázquez capacitado para desarrollar la delicada tarea de ser el primer ejecutivo deportivo de un club de la exigencia del VCF?. Si nos atenemos a su ejecutoria, no. El equipo ha ido perdiendo poco a poco potencial deportivo, no sólo por los traspasos que ha consentido, sino por los refuerzos que ha adquirido para sustituirlos. Y todo ello, tras haberse gastado 209 millones en fichajes y haber pagado el VCF otros 52 en comisiones a intermediarios. Las cifras no son mias: las facilitó el propio presidente hace unos días. Pero con más de 250 millones gastados, el potencial deportivos del Valencia debería ser muy superior. Y desde luego, el club ha perdido dinero. Las ventas más rentables fueron de futbolistas que no trajo él. Sus fichajes apenas tienen valor de retorno.

Además, no se le observa una planificación estratégica a medio plazo, ni un diseño de equipo, ni una política de refuerzos en consonancia con la modalidad de juego a aplicar... Todo parece improvisado y se ficha a salto de mata. El VCF carece de un plan, de una idea de juego predeterminada, de acuerdo con su idiosincrasia, su historial y sus exigencias.

Al máximo responsable del área deportiva, hay que exigirle explicaciones sobre el mal momento del equipo y no mirar sólo al campo y al banquillo. Pero no. Braulio permanece a acorazado en el silencio, gracias a la protección que se gana con las confidencias a ciertos amiguetes periodistas. Y eso, es trampa.