Para los de mi quinta parece que fue ayer porque las imágenes de aquellos goles persisten imborrables en la memoria. Fue el 27 de septiembre de 1977, o sea que acaban de cumplirse 36 años, nada menos. Esa tarde, el Valencia le endosó un set al Hércules. Cuatro de aquellos seis tantos fueron obra de Mario Kempes. (El otro par los consiguió Juan Carlos, un chico asturiano que no ha pasado a la historia del club). Solamente siete meses después, el 8 de abril de 1978, el VCF lograba superar aquel set y le marcaba siete goles al Rayo Vallecano. Cuatro de ellos, a cargo otra vez, de El Matador. (Dos fueron de Darío Felman, que ha vuelto a recalar en Valencia y anda enrolado en el equipo de veteranos; el otro lo marcó Ángel Castellanos, un medio defensivo muy castigado al principio por la grada, pero que, finalmente, acabó reconociéndole su excelente trabajo. Mestalla siempre fue así de incoherente). Aquella temporada 77-78, Kempes fue Pichichi en la Liga española con 28 goles y marcó un total de 42 en las tres competiciones oficiales.

De manera que la otra tarde, cuando por la megafonía del camp0, anunciaron la presencia de Marito en el palco de Mestalla, la grada se puso en pie y le tributó una cariñosa ovación. Kempes correspondió sonriente, saludando con la mano, entre Juanito Sol y Amadeo Salvo, que le ha nombrado embajador ambulante del club. Mario Alberto acudirá a aquellos actos donde el VCF tenga que estar representado al máximo nivel. De su verbo escueto y expresividad parca, no cabe expresar grandes piezas oratorias «sí, no; la concha de tu hermana», es lo máximo que le escuché hilvanar en su época de jugador. Pero igual ahora, como comentarista de la cadena ESPN, ha enriquecido su discurso.

Sea como fuere, lo bien cierto es que la estampa futbolística de Kempes sigue siendo un icono del VCF. Tanto es así, que la otra tarde, la mayoría de los aficionados que le aplaudían, no lo hacían tanto porque haya vuelto al club, sino que estaban añorando sus tiempos de jugador. De tal manera que habrían cambiado su sola presencia en el once de Djukic, por medio equipo titular.

Con El Matador sobre el campo, el Valencia no habría sido un equipo tan plano como el que se midió al Rayo, colista de la tabla. Al contrario, armaría sus ataques con más vigor que ahora y sembraría el pánico en el área rival y no esa paz que predican ahora sus delanteros (?).

En fin, que la parroquia de Mestalla miraba al césped y, contemplando lo que allí acontecía nada, de nada, cero prefería girarse al palco, donde estaba Mario Kempes, para darse un baño de nostalgia. ¡Qué tiempos aquellos, y no estos, en los que el fútbol se ha esfumado de Mestalla!