El Valencia cayó en manos novatas cuando el Consell y el Ayuntamiento decidieron que lo más importante para sus intereses electorales era terminar el esquelético estadio, olvidando que ahí debería jugar unos de los mejores equipos de Europa. Los elegidos fueron programados para priorizar todos sus esfuerzos en intentar que el campo de Corts Valencianes estuviera listo para mayo de 2015. Lo otro, armar un buen grupo, fichar con criterio y mantener la competividad en la liga era secundario, por eso se pensó en Amadeo Salvo, que había jugado a fútbol de joven y dirigía las Escuelas San José. De aquella decisión frívola viene la crisis actual. Ahora los que pusieron a Salvo se esconden, y otros niegan su participación en la conspiración. Da igual, porque el ridículo está hecho, aunque lo peor de todo fue lo que me envió Salvador Regües el miércoles a medianoche, con el asunto «a mis amigos ´xotos´». «Lo que más me preocuparía si fuera ´xoto´ es la débil protesta de Mestalla al final del partido ante el Almería. Parece que la afición ´xota´ se esté acostumbrando a la adversidad», escribió. A parte de agradecerle la fina socarronería «granota», firmó una gran verdad, que viniendo de un portavoz autorizado de esa adversidad, hay que tener muy presente.

Parecidos presidenciales. Salvo es el último, pero Llorente, Soriano y Soler llegaron a Mestalla gracias al intervencionismo político. Cierto que los dos últimos se jugaron su patrimonio, pero los cuatro han conseguido que el valencianismo vaya desertando poco a poco, entre la incredulidad y la indiferencia. Algo que parecía imposible tras el excelente arranque de siglo. Las constantes luchas de poder entre las familias blanquinegras y la falta de acierto deportivo han terminado por silenciar a la cátedra de Mestalla, otrora temida por cualquiera directiva que se preciara. Salvo tiene el mismo derecho que sus predecesores de intentarlo, pero mientras no reniegue de sus mentores y centre toda la atención en recuperar el equipo, será uno más que pasaba por allí, con peligro de agravar aún más la actual descomposición.

Encrucijada. La circunstancias, mejor dicho, los errores obligan a Salvo a rehacer la parcela deportiva. Djukic sigue porque no hay dinero para despedirlo. A Braulio Vázquez también tendrá que buscarle un sustituto, y ese es la decisión de más calado. Si se decide por Rufete, como parece, el presidente optará por la continuidad. El Valencia necesita un director deportivo autónomo, contrastado y con autoridad en el mundo del fútbol. Rufete es otro principiante, que además vagó por los equipos de media liga para ver quién lo contrataba. Sólo encandiló a Salvo. Encima pese a jugar en Mestalla, desconoce los fundamentos de Paterna, y por eso pretende copiar la escuela del Barcelona, donde se hizó como futbolista. O mucho me equivocó o Salvo optará por ese candidato manejable, porque lo que más le gusta es entrometerse en la parcela deportiva, con el peligro que lleva.

Reactivo. Rufete, o el que sea, tampoco elegirá el recambio de Djukic. En ese cometido está Jorge Mendes, el agente de Cristiano Ronaldo, que ha puesto el ojo en el Valencia, después de esquilmar el Deportivo y Zaragoza, que ahora juegan en Segunda, recuerden.