Construir un equipo de fútbol competitivo, es una tarea ardua, que requiere de mucha paciencia. Hay que ir armándolo pieza a pieza, encajando líneas, limando asperezas, puliendo aristas, sumando esfuerzos, ensamblando individualidades, apaciguando egos en beneficio del colectivo.... Complicado. En cambio, cargarse todo ese trabajo y destrozar un bloque que estaba armado, no cuesta nada. Basta, por ejemplo, con entregárselo a un entrenador poco capacitado. Ese es el origen del desastre deportivo en el que ha caído el Valencia.

Al frente de la dirección deportiva del club se halla Braulio (Vázquez), que debió largarse el mismo día que se marchó Fernando Gómez. Pero le apuñaló y se quedó a la sopa boba de Llorente. Entonces, el traje ya le venía grande, sin currículo y absolutamente desconocido. Ahora el cargo le sobrepasa por arriba, por abajo y por los costados. Dicen que anda abrumado. No me extraña. El desaguisado que ha montado en el VCF es de proporciones considerables. La temporada pasada aceptó y compartió la designación de Mauricio Pellegrino como entrenador, que fue un absoluto fracaso. Luego acertó con la elección de Ernesto Valverde, pero fue incapaz de convencerle y retenerle, lo que habla muy desfavorablemente de su autoridad moral, su ascendencia y sus dotes de convicción. Para sustituirle echó mano de Miroslav Djukic, otro técnico de escasa trayectoria. ¿Cómo jugaban los equipos de Pellegrino? No se sabía. ¿Cómo, los de Djukic? Su breve historial tampoco ofrece muchos datos. Pero a Braulio, eso no parece importarle mucho, porque carece de un proyecto, de un plan de actuación. Desconoce la historia del VCF, su trayectoria, su tradición futbolística, sus virtudes ancestrales y sus defectos coyunturales. BV no tiene ese bagaje, ni tampoco una visión de conjunto. Nunca se ha planteado nada de todo esto. Se ha limitado a recambiar piezas, sustituyendo las de alta gama por otras de segunda e incluso tercera mano; a buscar entrenadores más o menos ocurrentes o pintorescos, pero sin estudiar perfiles, características, comportamientos y procedimientos de trabajo. A BV le falta una concepción global del cargo.

De ahí que trajera a Djukic a ciegas igual que a Pellegrino o a Valverde a ver si sonaba la flauta, y no porque respondiera a un perfil determinado, capaz de dirigir una plantilla diseñada para un modelo definido de juego que tenía que implantar. Nada de todo eso. Allá se las compusiera cada cual. El año pasado resultó que Valverde si supo captar las características del grupo y dotarle del modelo táctico que más le convenía. El técnico serbio, en cambio, no. Ni él, ni nadie sabe ahora mismo a que juega el VCF. Mejor dicho, sí. A nada. Es un equipo sin pizca de fútbol. Así, resulta imposible competir.

Una parte de la grada ya le ha cogido la matrícula a Braulio. Y, a parte de Amadeo Salvo, que empeñó su palabra por él, Djukic sólo cuenta con el aval de Ricardo Costa, un tipo que, como defensor, resulta muy poco fiable, si nos atenemos a la fragilidad de la zaga que lidera. (Como atacante, en cambio, es más efectivo. Se ha convertido en el máximo goleador del VCF, lo que da cuenta del nivel ofensivo del equipo: más o menos como el ofensivo.) Así que el presidente sabrá lo que hace. Pero el tiempo, vuela. Y los puntos, también.