Han venido de medio mundo: de Inglaterra, Suecia, Suráfrica, Estados Unidos, Francia, Italia, China, Japón, Bélgica, Alemania o El Salvador pra jugar en el campo del Saler. Y lo hacen uno de los cuatro torneos de las semifinales de la llamada Escuela de Clasificación. Todos ellos pelean por quedar entre los veintipocos primeros que dan derecho a disputar aún otro torneo, la Final de la Escuela. Lo que está en juego vale para el jugador mucho más que cualquier otro premio: disponer de una tarjeta profesional para el próximo año.

Porque, obviamente, para participar en un torneo internacional de máximo nivel (lo que se conoce como European Tour) no basta con rellenar una hoja de inscripción. Es necesario tener un determinado nivel y estar en una de las varias categorías de admisión reglamentadas.

Una vez ya se han inscrito los ganadores de torneos anteriores, invitados de la organización, los mejores de la clasificación general del European Tour y un largo y enrevesado etcétera más, se admite en dichos torneos a los 25 mejores de la Escuela de Calificación. Y ese es el premio que persiguen los jugadores de golf que, desde anteayer, disputan 18 hoyos diarios en el campo del Saler, de la misma manera que otros tantos lo están haciendo en el campo alicantino de Las Colinas y en otros dos en Andalucía y Cataluña.

Los jugadores fueron llegando el pasado miércoles a Valencia para marcarse un recorrido y empezar a conocer las peculiaridades del trazado del Parador, con sus uñas de gato y sus vientos endemoniados. Quien ha jugado allí no duda que es uno de los mejores y más bonitos recorridos de Europa. Pero los participantes en el torneo no están para hacer turismo.

Y es que estamos en la, sin duda, segunda división del golf. De jugar en el European Tour a hacerlo en las divisiones inferiores media un abismo. Es contar los ingresos por decenas de miles o hacerlo por unos pocos miles. Es lo que separa el confort de los viajes precarios. Porque, como en todos los deportes extremadamente bien pagados, también hay una segunda cara del disco. Muy diferente a la que sonaba ayer: que Sergio García, por acabar cuarto en el torneo de China, había ganado 263.881 euros.

En el campo del Saler participa el valenciano Carlos del Moral. Es un viejo amigo de las finales de la Escuela. El año pasado, sin ir más lejos, consiguió la tarjeta copando la última plaza admitida para ello. Suficiente para haber podido disputar 16 torneos este año. No le ha acompañado la fortuna. Ha pasado muy pocos cortes, ha ganado poco dinero y ahora intenta reengancharse en un campo que conoce de sobra. En caso contrario, tendrá que buscarse la vida desde escalones más modestos: el Challenge Tour o el Alps Tour. Hace un par de años hizo una radiografía de estos torneos. «Aquí puedes ver a la gente marearse, vomitar? es una tensión enorme».

Del Moral, líder provisional

A Del Moral no le pueden ir mejor las cosas: es el líder en el campo del Saler. Ahora le basta con no fallar en las dos últimas sesiones para conseguir la plaza en la gran final del próximo fin de semana en Girona. Una vez allí, lo bien hecho en el Saler no habrá servido de nada: habrá que empezar de cero. Otro valenciano, Jordi García, busca su opción en Estepona, pero necesita un milagro hoy.

La gran final, donde ya espera el también valenciano José Manuel Lara, será de aúpa: seis recorridos para alcanzar una de las 25 plazas que permiten alternar con los mejores del mundo. Porque no todos los hierros 5 son de Tiger Woods.