Marc Márquez (Cervera, 1993) ni pierde la sonrisa que le caracteriza, ni se cansa de ganar. El gen de la competitividad, tan desarrollado en un chico de apenas 20 años, le ha permitido convertirse en el piloto más joven de la historia en llegar a 50 podios. Pero el más precoz ganador de un campeonato de MotoGP no se relaja. Ayer, en sus primeros entrenamientos tras proclamarse campeón del mundo, volvió a «volar» con la nueva Honda.

En la sesión celebrada en el Circuit Ricardo Tormo de Cheste, y apenas 48 horas después de enamorar a medio mundo con un pilotaje al alcance de muy pocos y una jovialidad nada al uso, el catalán se permitió marcar el mejor tiempo con un registro de 1.30.536. Dos décimas mejor que Jorge Lorenzo (Yamaha) y cuatro que Dani Pedrosa (Repsol Honda), los dos grandes derrotados de esta temporada. Márquez no cede ni un segundo y ayer volvió a demostrarlo doblegando a sus máximos rivales.

«Parecía una exhalación», apuntaban con un punto de envidia sana los que habían asistido a otra de sus lecciones de pilotaje. Márquez completó 77 vueltas 308 kilómetros a los mandos de la nueva montura con la que tratará de repetir el título mundial de MotoGP. Ayer, a través de su cuenta de twitter, hacia público el cúmulo de sensaciones que le provocaba colocar el número 1, el de campeón, en el carenado de su moto.

Acto seguido, sin embargo, advertía: «Al 95% me quedaré con el 93». En cualquier caso, se mostraba contento por los primeros tests de postemporada, aunque consciente de que queda mucho camino por recorrer. «Hemos conseguido mucha información de la moto aunque aún necesitamos muchos ajustes», señalaba.

Lorenzo quiere mejoras ya

Jorge Lorenzo también se mostraba «satisfecho», aunque no ocultaba que espera «mayores modificaciones de la moto para los entrenamientos de Sepang». Sabedor de que ya de entrada parte con desventaja respecto a Márquez, lanzaba: «He visto que las Honda han conseguido una velocidad máxima muy fuerte y no podemos dormirnos en este aspecto».