Escuchaba el pasado miércoles, atónito, al señor Fenwick hablar sobre lo invertido, de momento, en el «nuevo» estadio del VCF, cuando, no sé si con rigurosidad o sin ella, afirmaba que tal cantidad era de 98 millones de euros. Si cualquier accionista se toma la molestia de leer el balance a 30 de junio pasado, doblemente auditado, se percatará de que o no sabía lo que decía, o en caso contrario que el balance es un sinsentido. En el activo no corriente (inmovilizado en curso y anticipos), se comprueba que la cifra es otra. Ni más ni menos 133,265 millones. Es decir, más de 35 millones por encima de lo expuesto por el señor arquitecto, en presencia del señor Salvo, que fue incapaz, o no quiso, aclarar este baile de cifras. Estamos hablando de que, el esqueleto de hormigón y ladrillo que observamos con vergüenza cada vez que pasamos por la avenida de Las Cortes Valencianas, edificado sobre un suelo que no es propiedad de la SAD, ya que la misma ni tan siquiera reconoce tal deuda con el Ayuntamiento de Valencia, nos ha costado casi un 27% más, de momento, de lo que nos pretende hacer creer el señor Fenwick, con la aquiescencia del presidente del Club, «de cuerpo presente». Y no me vengan con que si es que la diferencia de 35 millones no es de obra propiamente dicha. Eso, a mi me da igual. Lo cual no significa que me sea indiferente. Y tanto es así, que sería de agradecer que alguien nos certificara, no «medianamente bien» o siendo «prudentemente optimistas», sino meridianamente y partida por partida, a dónde ha ido a parar esa diferencia de millones. O dicho de otra forma, ¿de quién hemos de fiarnos, del balance del Club o del señor diseñador de estadios? ¿O lo qué pretenden, en comandita, es marear la perdiz? Me lo expliquen. Como tampoco es de recibo, que en la misma comparecencia, el señor arquitecto haga un constante baile de números en cuanto a, si lo que nos costará acabar el estadio, son cien ó ciento «y pico» de millones. O de que si, por lo tanto, la reducción de costes con respecto a lo proyectado en principio, por él mismo, va a ser de 50 ó de 60 millones de euros. ¿En qué quedamos? Y, a todas estas, el presidente Salvo, allí, sin inmutarse, ni decir esta boca es mía, excepto para manifestar que esto no es como construir un chalet en La Cañada. Esperemos que no se refiriese a La Cañada Real (porque el asentamiento de las chabolas de allí, es igual de «ilegal» que construir en suelo ajeno un estadio de fútbol, por muy VCF que seamos y por más que se suponga la buena voluntad del Consistorio).

Vamos, «pa» echarse a llorar.