Los últimos partidos de la selección española obligan a profunda reflexión. Se ha clasificado para el Mundial, con algunas dudas. En los últimos partidos, oficiales y amistosos, ha dado muestras de inseguridad. La historia dice que las grandes selecciones no protagonizan largos ciclos. La Roja está dando muestras de que no es la de los grandes triunfos aunque de momento puede excusarse en la ausencia de jugadores fundamentales en la alineación. Indudablemente, incluso con los mejores, le falta gol.

El mejor Brasil ganó en el 58 y 62 con Pelé, pero cayó en Inglaterra en el 66. Luego volvió a los grandes triunfos, cinco veces, pero con travesía de desierto. Le ocurrió lo mismo a la Argentina de Kempes, que solo venció en el 78. Volvió con Maradona en el 86 y no regresó al triunfo en el 90. También Alemania ha ganado a saltos lo mismo que Italia. No sería extraño pues, que España tras dos Eurocopas y un Mundial decayera. El ejemplo más cercano es el de Francia, que se ha clasificado en la repesca y ya pasó una vez con gol con la mano de Thierry Henry.

La excursión por África no debe ser tomada a beneficio de inventario. Lo sucedido debe contar. No estuvieron en la cancha Piqué y Puyol, campeones en Johannesburgo, ni Xavi y ni siquiera el ya olvidado Capdevila. Para mayores problemas tampoco se ha podido contar con Jordi Alba jugador imprescindible para un equipo que suele carecer de velocidad y que encuentra en el jugador barcelonista el esplendor de la banda. Tampoco jugó Cesc y puestos a contabilizar ausencias no conviene olvidar que Iniesta no está como el día en que marcó aquel gol mundialista.

Los problemas del equipo nacional contienen la duda metafísica del modelo. El tiqui-taca es previsible. Los adversarios van hallando el modo de anular la fórmula. En los partidos clasificatorios ha habido más de uno en el que se ha sufrido para obtener el triunfo. Del Bosque ha recurrido en varias ocasiones a buscar la fórmula tradicional de penetrar por las bandas con extremos como Pedro y Navas. Alguna vez, de manera contradictoria ha contado con ellos sin tener auténtico nueve en el centro del ataque.

España llega el Mundial sin una derrota, pero con solo catorce goles en ocho partidos, uno menos que Francia, segunda en el grupo clasificatorio. La pobreza en ataque se ha manifestado en varias ocasiones. En casa se empató a un gol con Francia y Finlandia. Aquí venció a Bielorrusia por 2-1 y 2-0 a Georgia. Solo pasó de las dos dianas una vez en Bielorrusia (0-4). Las victorias costaron menos fuera que en casa lo que demuestra que los contrarios, cuando buscan el triunfo son más débiles. A la Roja le cuesta demasiado llegar al gol en partidos caseros. Las líneas Maginot de los contrarios ponen excesivas dificultades al ataque. En el Mundial los contrarios serán todos de primer orden.

La duda metafísica del equipo nacional continúa centrada en el ataque. Seguimos sumidos en la cuestión del falso nueve o el ariete tradicional. Del Bosque ha aumentado la nómina de delanteros con el brasileño Diego Costa, que forzosamente, salvo lesión, viajará a Brasil. Para escoger tiene a Villa, Negredo, Llorente y Soldado. Se da la circunstancia de que algunos de ellos no son los más idóneos para el sistema del toque. Son especialistas en el contragolpe y ello, de momento, no está en el libreto de la obra.

A Guinea le marcó solo dos tantos y su autores fueron un centrocampista, Cazorla, y un lateral derecho, Juanfran. En Sudáfrica, cero al cociente. Atentos a la pantalla.