La primatóloga Jane Goodall dice que los estadios de fútbol le recuerdan a las peleas con piedras que se producen entre las manadas de chimpancés. Goodall, experta en la conducta de los chimpancés salvajes, ha comprobado que cada banda rival de simios siempre tiene una cuadrilla de «hinchas» que no participan directamente en la lucha, pero que no paran de gritar, golpearse el pecho y «animar» a los suyos. Nosotros, los hinchas futbolísticos, no podemos tocar la pelota porque tenemos prohibido pisar el terreno de juego antes, durante e incluso después del partido, pero no paramos de gritar, de agitar las bufandas, de animar a nuestro equipo y de abuchear al rival de turno. Somos chimpancés espectadores. Los jugadores no se tiran piedras, pero sí se tiran caños, desmarques y tiros a puerta. Son chimpancés luchadores. Todos los aficionados somos chimpancés en las gradas, y solo nos diferenciamos en el color de las bufandas. Todos los futbolistas son chimpancés en el terreno de juego, pero hay más diferencias que el color de las camisetas.

Resulta que el dominio de Barça, Atlético y Real Madrid está empezando a ser tan apabullante que la Liga corre el riesgo de convertirse en un espectáculo tan aburrido como una tormenta de ideas en el Fondo Monetario Internacional. El mismo García Plaza, entrenador del Getafe, lo reconoció después de la paliza que su equipo recibió en el Calderón el pasado fin de semana. Pero es que Diego Simeone, entrenador del Atlético, también está convencido de que la Liga es aburrida. Los aficionados hacemos lo que podemos en las gradas, pero las diferencias en el campo son tan grandes que hay que tirar cada vez más de la fe del chimpancé para no desfallecer y seguir golpeándose el pecho. ¿Qué puede hacer un aficionado cuando su equipo se enfrenta estos conjuntos? Gritar, agitar las bufandas y tragar saliva cada vez que Neymar, Diego Costa o Cristiano cogen la pelota. Como el reglamento prohíbe tirar piedras a Neymar, a Diego Costa y a Cristiano, habrá que pensar en otra cosa. Tito Livio dejó dicho que la guerra es justa para quien la necesita, y las armas son piadosas cuando son la única esperanza. Hagamos la guerra. Utilicemos las armas.

Frédéric Batiat plantea en su famosa «falacia de la ventana rota» que si un niño rompe la ventana de una carnicería, siempre habrá alguien que dirá que hay algo bueno en ello, puesto que el cristalero tendrá que reponer el vidrio roto y eso generará actividad económica. La falacia de este argumento, como apunta Bastiat, está en que el carnicero tendrá que pagar el cristal y no podrá comprarse un traje nuevo. Si Barça, Atlético y Real Madrid se permiten perder algún partido de vez en cuando, eso generará actividad futbolística y, por tanto, más emoción, más público, más ingresos publicitarios y mejores contratos. Perder un partido de vez en cuando sería beneficioso incluso para la cuenta corriente de Neymar, Diego Costa y Cristiano. Es más, la posibilidad de derrotar a estos tres grandes equipos no sólo haría la Liga más divertida en la grada y más competida en el terreno de juego, sino que animaría a carniceros, fontaneros, abogados, médicos, camareros, profesores e incluso edafólogos a comprarse trajes nuevos. Es decir, que si el Barça quiere que su afición anime más en la grada del Camp Nou, si Neymar quiere cobrar más y si la marca deportiva que viste al Barça quiere vender más camisetas, lo mejor es que el Barça pierda este domingo en San Mamés con el Athletic.

No cuela, ¿verdad? Seguiremos gritando, golpeándonos el pecho y agitando las bufandas.