Alguna de las caras duras que estos días se han asomado a las pantallas de Nou, soltando su llantina por el brutal asesinato de RTVV, son corresponsables del latrocinio cometido en aquella casa y sus lágrimas de ahora son tan falsas como las que derrama el cocodrilo. En todo caso, si la defunción de la cadena les duele es porque se les acabó el chollo, y no por el grave quebranto social que causa al pueblo valenciano. Eso les importa un pimiento.

En sus principios, el mundo del deporte confundió a la televisión autonómica con la Conselleria de Hacienda, que es la encargada de administrar el presupuesto autonómico y, por ende, de distribuir el dinero de todos los valencianos. Otros creyeron que en Burjassot había surgido otra Casa de la Caridad, dispuesta a remediar las penurias financieras de clubes, federaciones, deportistas... Casi todos se lanzaron al abordaje. Hubo que establecer criterios profesionales para la adquisición de derechos y marcar reglas comerciales en el pago de transmisiones. Se pagaba por aquellos eventos deportivos que garantizaban un nivel medio/alto de audiencia (el fútbol de Primera División, especialmente Barça, Madrid y, por razones obvias, Valencia CF) o que podían revenderse a terceros. Es decir, poco más que eso. Enseguida hubo que hacer frente a las disparatadas pretensiones de ciertos dirigentes que creían que TVV iba a solucionarles la vida.

Pero con cierta pedagogía sobre el papel del ente, confundid0 a veces con una especie de Conselleria de Cultura dedicada a repartir subvenciones, y la evidencia de que RTVV no era un pozo sin fondos más bien al contrario se recondujo la situación a sus justos términos. Hablamos de los años 89 a 95, en los que se logró mantener una ponderación en el precio pagado por los derechos, especialmente del fútbol.

Pero en esto llegó el PP al gobierno autonómico y rompió la baraja. Desde la Generalitat se dio carta blanca nunca mejor dicho a TVV para que atendiera cualquier pretensión, de cualquier club, de la categoría que fuese. Empezó el desfile de peticionarios de toda índole y condición. Y a todos se les atendió por encima de las posibilidades. Aquello fue jauja. Fútbol sin el menor interés, motos, coches, baloncesto, barcos... No faltaba de nada. Eso, sí: las audiencias, mínimas. A parte de un pastón largo en derechos, se incrementó considerablemente el gasto en personal. Para cubrir un partido viajaba un tropel, se desplazaban unidades móviles tuneadas para efectuar simples y tediosas entrevistas que a veces no se emitían.... Se personalizaban las transmisiones de Fórmula 1 para sacar al elenco de artistas locales: Rita, Camps, Johnson... Por la pilota ahora se ha sabido se abonaban derechos de emisión. ¿Derechos de pilota? ¿Y quién se los embolsaba? Que levante inmediatamente el dedo el afortunado/a. Las cuentas del Gran Capitán, parecían aquéllas. Entre pitos, flautas, azadones o amarillentas mascotas, cientos de millones.

Porque detrás de estos gastos millonarios no sólo había un pagador. También, sus correspondientes perceptores. ¿Por dónde navegan ahora todos esos dirigentes Vicente Soriano, Fernando Roig, Pedro Villarroel, Valentín Botella que abusaron de TVV y la amenazaban con movilizarle en contra a sus bases si no les soltaba la mosca? ¿Están llorando el cierre del canal? ¿Y los periodistas que les jaleaban con sus soflamas? ¿Acaso han tenido la desvergüenza de solidarizase con sus colegas arrojados al paro? ¿Dónde quedan aquellas prédicas incitando a las masas a boicotear a TVV ¡puta Canal 9!, gritaban, burdamente orquestadas y a insultar a sus trabajadores? ¿Qué dicen ahora toda esa caterva de presidentes insaciables y sus paniaguados tiralevitas mediáticos? ¡Cúanta miseria oculta tras las cámaras durante tanto tiempo!