Hay gente que permanece aferrada a una idea toda su vida. Pensó una vez, o tuvo una ocurrencia, o un día vio la luz. Y se acabó. No cambian de cabalgadura ideológica así les maten. Es comprensible. Temen que cualquier revisión de su aparato mental, por ligera que sea, acabe dañando seriamente su cerebro, poco a costumbrado a la tarea de ejercitarse. Con el monocultivo de una neurona, les sobra para ir tirando durante toda su existencia. En cambio, otras gentes de acreditado aparato crítico y con abultado acervo cultural a sus espaldas, en determinados temas, también se aferran a una única visión, pese a que están dotados de una amplia gama de pensamientos sobre las más variadas problemáticas y sus consiguientes solucionarás, que diría el erudito periodista Carlos Sentí Esteve, columnista en estas paginas durante tantos años. Por ejemplo, el tema del Valencia CF. Conozco a tipos que, allá por los años 70 los de esta era, pero del siglo pasado en plena batalla de Valencia, adoptaron una posición en torno al club de Mestalla, y en ella se han mantenido, firmes e inquebrantables, hasta el día de hoy. El VCF es un club blavero, sostienen, y no hay dios que les remueva de esa percepción. Supongo que muchos, ni lo han intentado. Les resulta más cómodo mantener ese modelo simplista, para no tener que adentrarse en una realidad mucho más poliédrica. Les da pereza. Complementada esa visión con la de que el Levante UD es el equipo de la clase obrera, se quedan tan anchos con sus tópicos, y se niegan a repensar sus planteamientos. Centrado en Valencia, es como si por el campus de Tarongers no transitaran mentes xotas concienciadas y amuebladas, o en la tribuna de Orriols no se aposentaran caudalosas fortunas. Y en uno y otro caso, no sólo como meros fenómenos testimoniales.

Con esa visión tan esquemática de la vida y de la historia, no resulta extraño que ahora, ante la eminente venta de las acciones del VCF, se emitan opiniones, escritas y habladas, ponderando la oportunidad de enajenar una propiedad colectiva de tanta raigambre como es la primera sociedad civil valenciana al menos por el número de afiliados y seguidores. Incluso hay quienes siguen empeñados en arremeter contra las preocupaciones políticas provocadas por el club. Son víctimas de una frivolidad y un simplismo impropios de quienes pertenecieron en su día a la gauche divine y todavía mantienen tan anacrónica militancia o se adscriben en vanguardistas corrientes de supuestos intelectuales comprometidos. Su desconsideración hacia colectivos cívicos como es el VCF, solo es equiparable a la frivolidad con la que desprecian el fenómeno sociológico llamado fútbol. No lo acaban de entender. Su maniqueísmo no les da para esas sutilezas.

O es eso, o en el fondo, hace tiempo que se cambiaron de zamarra y ahora, o beben los vientos del Camp Nou, o respiran las esencias patrias del Bernaneu. Aunque lo disimulen, es ahí donde más les duele, cuando desde aquí se reivindica el espíritu de Mestalla. Les gustaría ver asolado al viejo recinto, y contemplar en ruínas a su flamante sucesor.