La pilota vuelve a estar de luto por la muerte de uno de los históricos jugadores de galotxa, Conrado Casanova, que fue enterrado este fin de semana en su localidad de Alfarp, cuyo equipo llegó a la cima del Campeonato Autonómico de galotxa, a finales de los setenta y primeros de los ochenta del siglo XX. Aquel mítico equipo, integrado por Agustín, Sopetes y Conrado, además de Gerardo y Vila, entre otros, consiguió nada menos que cuatro títulos consecutivos.

En aquellas cuatro finales, Conrado „pese a estar cerca de la cincuentena de años„ dejó constancia de su gran categoría como jugador. Su izquierda era todo un prodigio y su colocación y oficio le permitían rendir a gran nivel. Recuerdo aún la célebre final que ganó su equipo ante Montserrat, de Marcial, Carlos y Amador, en una calle en la que los aficionados estaban como sardinas apiñados en aceras, balcones y terrazas.

Conrado había figurado, mucho antes de eso, en muchas ocasiones en las partidas de segunda en el trinquet Pelayo de Valencia, donde también hizo sus pinitos en el mundo profesional, aunque su faceta más exitosa fuera siempre la galotxa a nivel aficionado.

Aparte de figura en la calle, fue también uno de los pioneros en la introducción de dicha modalidad en la extinta Federación Valenciana de Pelota, presidida entonces por Roberto Bonora. Ahí Conrado también hizo su apuesta decidida por la galotxa y fue de los promotores del actual Campeonato que patrocina El Corte Inglés, pues fue en esa época cuando dicha empresa se comprometió con la pilota a patrocinar el torneo que con tanto éxito se sigue disputando.

Hombre de arraigadas convicciones y firme carácter, tuvo en esta etapa también discrepancias con algunos, entre los que me cuento, aunque nada que el tiempo no haya podido superar. Pues al final, si uno ama de verdad este deporte, el entendimiento no es difícil. El sábado, el mundo de la pilota lloró su muerte y muchos pasaron por Alfarp para testimoniar su pesar a la familia, ya que su muerte nos priva de uno de los grandes de la pilota y con su desaparición se crea un hueco difícil de llenar.