Durante unas horas el Valencia será testigo esta semana de la encrucijada de Kiev. La expedición del equipo valencianista, que el jueves se mide al Dinamo en el duelo de ida de los dieciseisavos de final de la Liga Europa, estará protegida de los altercados y barricadas que tienen su epicentro en la Plaza de la Independencia de la capital ucraniana. Miles de manifestantes rodeaban esta mañana la sede del Parlamento ucraniano. Las últimas noticias han llevado la inquietud a la plantilla valencianista durante el desayuno matinal antes del entrenamiento.

Unos disturbios que tienen también una geoestratégica lectura europea. Ucrania es el principal pasillo entre Rusia y la Unión Europea y el país, en este momento, se divide en dos posicionamientos, occidental y oriental, prácticamente irreconciliables. La presión popular obligó al presidente, el prorruso Viktor Yanukovich, a aceptar la renuncia en bloque del gobierno de Mikola Azárov a finales de enero. Era el resultado de las protestas, arrancadas el pasado 21 de noviembre, después de que el Ejecutivo suspendiera la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea y, de forma paralela, retomase las conversaciones con Moscú para intensificar las relaciones comerciales con el Kremlin. Vladimir Putin, presidente ruso, había insinuado que rompería sus vínculos con Ucrania si optaba por el camino europeo.

Era la medida que desbordó la paciencia del pueblo ucraniano, añadidas a otras polémicas decisiones como la implementación del ruso como segunda lengua oficial del país o, en plena efervescencia de las protestas, que se recortasen libertades cívicas, como la de manifestación y expresión. Una políticas que soliviantaron a varios países europeos que ya habían demostrado su descontento con Yanukovich boicoteando la presencia institucional de sus delegaciones en la Eurocopa después del procesamiento de la anterior jefa de Gobierno, Yulia Timoshenko.

El «puño de hierro» opositor

En medio de un ambiente prerrevolucionario ha emergido la carismática figura de Vitali Klitschko. Siempre a pie de calle, participando en las revueltas o dirigiendo mítines bajo el lema «Ucrania es parte de Europa», el boxeador, de 43 años, se ha convertido en el líder de la oposición ucraniana con su partido UDAR, acrónimo que significa «puñetazo» y que ha recibido el apoyo de la canciller alemana Angela Merkel. Apodado como «Puño de Hierro», en su carrera pugilística ha llegado a convertirse en campeón del mundo de los pesos pesados del Consejo Mundial de Boxeo, con una hoja de servicios casi perfecta: 45 victorias en 47 combates, 41 de ellas por ko, con sólo dos derrotas, una ante Lennox Lewis. Las revueltas han frenado de momento su carrera. Su hermano pequeño, Vladimir, le supera en fama y es el vigente campeón, también de los pesos pesados, de la Asociación Mundial de Boxeo.

No es la primera vez que el Valencia se desplaza a un territorio afectado por la tensión política. En septiembre de 1989, en la primera ronda de la Copa de la UEFA, el Valencia entrenado por Víctor Espárrago viajó a una Bucarest agitada por la presión ciudadana en contra del régimen de Nicolae Ceaucescu (derrocado y fusilado en diciembre de ese año), para medirse al Victoria de Bucarest. El partido en el Stadionul Viktoria (1-1) sí pudo disputarse. Todo lo contrario que el duelo de la misma competición, en la campaña 2003/04, contra el Maccabi Haifa. El Valencia, a la postre campeón, tuvo que jugar como visitante en Rotterdam, donde ganó con un cómodo 0-4, y no en suelo israelí por el recrudecimiento de la segunda Intifada.