El Levante UD, acostumbrado a sacar gran beneficio de sus escasas aproximaciones y de rentabilizar al máximo los goles para logar puntos, ayer no logró ni una cosa ni la otra. Perdió en casa, por la mínima, falló un penalti y también hubo ración de polémica con un gol fantasma que sí entró, pero que en vivo era muy complicado de determinar.

Tras el parón sufrido en el Bernabéu, el Levante regresaba a su estadio con la intención de empezar otra racha positiva, pero no pudo ser. En plenas Fallas y con las ilusiones europeas aún en el ambiente, la visita del Celta fue una cura de humildad en toda regla. Caparrós sabía que este equipo era, y es ahora todavía más, un rival directo, y no quería concesiones de ningún tipo. Por tanto, confeccionó un once casi igual al del triunfo ante Osasuna, pero la imagen fue muy diferente, sobre todo en la primera parte. La falta de mordiente, las peligrosas desconcentraciones y los fallos en las marcas pronto empezaron a causar problemas.

Ivanschitz se alternaba con Rubén en el interior y dispuso de buenas ocasiones a balón parado. En la primera estuvo a punto de llegar el gol, pero el portero desvió a córner y tras el saque del mismo, Barral, especialmente sin puntería ayer, cabeceaba ligeramente fuera. Ya en la segunda parte, tuvo otra falta que también despejó un Yoel que ayer parecía totalmente imbatible. Al puro estilo Navas. Poco después de los 20 minutos de juego, el propio Ivanschitz se sacó un tremendo disparo desde fuera del área que casi acabó en gol. Pero, para entonces, el Levante ya iba por detrás debido a una contra muy mal defendida en la que Augusto entró muy solo por la derecha y centró para que Nolito, también solo en el área, batiera a placer a Navas. Eran los peores minutos del Levante, el Celta entraba con mucha claridad y Nolito estuvo a punto de lograr marcar en un tiro que se estrelló en el palo.

Si algo suele caracterizar a este Levante es que lucha por cada balón y es muy difícil ganarle en intensidad. Ayer, en cambio, estas virtudes pertenecieron en exclusiva al Celta durante toda la primera parte. Caparrós pareció darse cuenta y ya desde antes de la media hora de juego llamó a calentar a Sissoko y Xumetra.

La baja por sanción de Navarro hizo que Juanfran y Vyntra compartieran el centro de la zaga, con Pedro López y Nikos en bandas. No obstante, precisamente eran los laterales por donde más creaba peligro el rival pues tanto Augusto por la derecha como Nolito por la izquierda estaban especialmente acertados e incisivos.

En el centro del campo, Diop y Simao Mate, que también volvían a formar pareja tras no hacerlo en el Bernabéu, se veían desbordados por un Celta que aprovechaba muy bien el juego entre líneas.

Los sustos, como en una buena película de terror, llegaban en cualquier momento y de todas las formas posibles. Menos mal que Keylor Navas estaba ahí, cuan protagonista heroico, para solventar, no sin dificultades, casi todas las opciones del rival.

Por si no hubiera bastantes problemas, algunos jugadores como Juanfran empezaron a mostrar síntomas de dolencias físicas demasiado pronto. Esto, unido al mal rendimiento general del equipo, hizo que Caparrós reaccionara ya desde el descanso dando entrada a Héctor Rodas por el citado Juanfran y a Sissoko por Diop.

La reacción se vio desde el primer minuto. El equipo azulgrana salió a por todas. Corriendo por cada balón, jugando con criterio y llegando al área. Las ocasiones no paraban; un disparo de Barral, una mano en el área no señalada a Madinda, un tiro lejano de Rubén, una internada de Nikos... Pero no se podía perder la concentración atrás porque el Celta no perdía la esperanza de aumentar la ventaja. A punto estuvo de hacerlo en una jugada en la que primero Navas, luego Pedro López y finalmente Sissoko despejaron el peligro. Y luego en otra clarísima de Orellana donde Rodas despejó el balón en la línea de gol.

De todos modos, el partido ya era otro y la afición sabía que era el momento de estar al cien por cien con los suyos. El Ciutat empezó a rugir y la simbiosis con los jugadores fue dando sus frutos. En una rápida contra Rubén abría a Casadesús que se plantaba en el área solo. Jonnhy, el último defensor, le hacía penalti, pero el árbitro, inexplicablemente, no lo expulsó. Tras varios minutos de protestas, incluida una de Barral por la posición exacta del balón, el gaditano estrellaba la pena máxima en el larguero. Casi inmediatamente, falló otro gol cantado solo ante Yoel quien se metía dentro de la portería con el balón en las manos, pero ni el árbitro ni el juez de línea lo vieron. No había forma de que el balón entrara y la agonía «granota» era cada vez más pronunciada. Ni con Babá en el campo cambió la dinámica de este Levante con dos caras.