A Laura Gómez (Valencia, 1984) el judo le fluye por las venas. Hija y nieta de judocas, aprendió a andar en un tatami y una vez, en el gimnasio, su abuelo la sorprendió encaramada a una cuerda, a la que se había subido a pulso y de la que no podía bajar. Estaba claro que Laura continuaría una tradición que la ha llevado a convertirse en una de las mejores judocas del planeta, con una veintena de oros a nivel nacional y numerosas medallas internacionales, a la espera de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Comparte su pasión con su marido, y también judoca «top» mundial, Sugoi Uriarte (Vitoria, 1984), al que conoció en 1998 cuando quedaron campeones de España de infantiles.

Sus retos profesionales los compaginan con un proyecto, pionero en España. Mediante el Valencia Club de Judo, Sugoi y Laura han desafiado a la crisis y, en plena época de recortes en las ayudas al deporte, dan cobijo a las mejores promesas del judo español, a los que pagan el alojamiento y les entrenan de forma gratuita mientras cursan sus carreras en Valencia: «Con las ayudas públicas y privadas alquilamos pisos para que las mejores promesas de España puedan venir a entrenar. El judo es un deporte individual pero necesitas entrenarlo en equipo y formar sinergias», asegura Laura, en una de las cafeterías del campus deportivo de la Universidad Politécnica. Pese a que España, por número de licencias, está considerada una de las cunas del judo europeo, «hay muy pocos sitios en España donde realmente puedas hacer judo a nivel competitivo, de élite», indica Laura, que reconoce que le llaman «chavales de toda España» para informarse «de qué carreras se pueden cursar en la UPV».

La procedencia de los alumnos, que gradualmente van acudiendo a la hora acordada para la sesión de fotos del reportaje, así lo corrobora: Oviedo, Bilbao, Andorra, Córdoba, Valladolid, Huelva, Murcia, Tenerife, Mallorca... van anunciando cada uno. Rebosan ilusión por el judo, si bien son conscientes de practicar un deporte que sólo asoma la cabeza «en el mes de oro de los JJOO».

El modelo en el que se inspira el proyecto, prosigue Laura, es el del funcionamiento de los clubes franceses: «Mi padre „Salvador Gómez, que también es su entrenador„ tenía la idea de continuar con el judo pero sin ningún interés económico y hacerlo sólo por pasión. Empezó a analizar cómo funcionan los clubes franceses, que son una referencia y gran potencia europea en la formación y que es más posible de imitar que el modelo japonés, con gran inversión gubernamental». La iniciativa era interesante por la manera en la que las escuelas francesas «conjugan la parte lúdica con la alta competición».

Prioridad académica

Otra de las prioridades del proyecto es la estudiantil, que va indisolublemente unida a la faceta deportiva: «Tenemos escuelas en las que los niños van a pasárselo bien, a aprender judo, a formarse como personas. Intentamos inculcar, desde los mayores hasta las bases, la idea de que el judo, ya sea de forma lúdica o con entrenamientos, que continuen con su vida académica». En este aspecto, Sugoi „ausente a última hora del encuentro al tener que viajar a Vitoria para conocer a su sobrino recién nacido„ es un ejemplo a seguir para el resto de jóvenes promesas, al contar ya con tres ingenierías.

La dedicación académica ayuda, por otra parte, a mantener una de las grandes virtudes del judo, como son la concentración y la disciplina: «El equilibrio es complicado. Hay que dedicarle a los estudios tanto o más tiempo que a los entrenamientos, se debe tener una disciplina que también ayuda como judoca. Dependes mucho de la cabeza, de la concentración, hay muchos golpes y traumatismos aunque no es un deporte lesivo».

La coyuntura económica, muy dañina para los llamados deportes minoritarios, «no ayuda nada», pero se aguanta el tirón gracias a unos resultados deportivos «que nos están respaldando e intentamos movernos a nivel de redes sociales y medios de comunicación». De momento, la mayor parte de la ayuda es pública pero se pretende «incrementar la vía privada» y no mantener dependencia de las instituciones: «Aunque no hay que olvidar que el deporte es también una parte fundamental en la formación de las personas», recalca.

La elección por el judo implica un gran sacrificio: «Dedicarse a este deporte es algo heroico». «Es complicado ganarse la vida profesionalmente con el judo, subsistes pero no te lucras y, además, como deporte de élite, tiene una vida corta». No se trata sólo de una cuestión de esfuerzo: «También de comprensión de tu entorno, de familia y amigos. El deportista es egoísta y va detrás de su sueño. Sufren los de tu alrededor. Mi abuela odia el judo cuando le digo que estoy a régimen». La idiosincrasia cultural del judo lleva aparejada otra particularidad, ya que la gran parte de los viajes son muy caros y muy lejos: «Vamos mucho a Asia, lo cual implica un cambio horario muy brusco. Además, con los recortes igual sólo vamos dos días antes, se suele retener peso en el avión porque no te mueves y no sudas. Tienes mucho sueño y dolor de cabeza... así se hace muy complicado competir», afirma. El trabajo del club tiene en los JJOO de Río su gran objetivo. Una cita en la que Sugoi y Laura „ausente en Londres 2012„ quieren participar junto a la joven Julia Figueroa, la promesa más destacada de una filosofía que rezuma amor por el judo.