­A Josep Alcácer (Llíria, 1979) le cautivó el Gernika de Pablo Picasso y tiene entre una de sus aficiones el cine argentino y las películas de los hermanos Marx, así como coleccionar versiones en distintos idiomas de «El Principito». En la línea de la alegoría de Antoine de Saint-Exupéry, Alcácer es un técnico joven con un profundo conocimiento del fútbol adulto, del deporte de elite. Con 34 años, edad en la que apenas se vislumbra la carrera de la mayoría de entrenadores, Alcácer ya tiene mucho camino recorrido. Ajustándose al lema de aquel anuncio televisivo de los años 90, Alcácer sería un técnico JASP (joven aunque sobradamente preparado). El Levante UD se reencontrará mañana viernes con el entrenador edetano, asistente de Fran Escribá en el Elche.

La ley concursal del año 2008 cortó la promoción interna que Alcácer trazaba en el Levante UD. Técnico conocedor de la casa, y con un amplio bagaje académico „licenciado en Educación Física y Máster en Alto Rendimiento„ entró muy joven en el club azulgrana, procedente de los juveniles del Llíria y de las secciones inferiores de la selección valenciana, para hacerse cargo del equipo femenino «granota». Un banco de pruebas para una capacidad que muy pronto quedó fuera de toda duda, con la conquista de una Liga y de dos copas de la Reina. Aquel era el equipo imbatible conformado por jugadoras como Rosa Castillo, Laura Del Río, Maider Castillo, Silvia Monje, María José Casamayor, Bárbara Lobo, Marina Nohález...

Hijo de una peluquera y de un enfermero del ambulatorio de Lliria, el fútbol cautivó a Alcácer desde el momento en el que, con apenas nueve años, presencia en Mestalla la epopeya incompleta del Valencia que cae eliminado contra el Oporto en la Copa de la UEFA a pesar de los tres goles de Emilio Fenoll. Como jugador, en la escuela del Llíria, se muestra como un centrocampista de buen despliegue físico, dotes de mando y capacidad para leer desde bien temprano las claves del juego. Como hiciera José Mourinho, pronto pasa a los banquillos y refuerza su preparación académica, destacando por sus trabajos en el estudio táctico y en la elaboración de informes de los rivales.

El buen rendimiento en el conjunto femenino hace que pase primero al filial y con posterioridad a la secretaría técnica. Los entrenadores que van pasando por el primer equipo azulgrana toman buena nota de la capacidad de Alcácer. Abel Resino lo recluta como segundo en el Castellón. Y Manolo Preciado también se acuerda de él cuando recala en el Sporting de Gijón. Entre medias, colabora con Paco Herrera en el filial del Villarreal. Se traslada a Gijón en el verano de 2010 y la aventura dura con estabilidad hasta mediados de la campaña 2011/12, cuando Preciado, adorado por la grada de El Molinón, es destituido a causa de la crítica situación clasificatoria del equipo. No obstante, sigue unido al técnico cántabro cuando asumen el reto de devolver al Villarreal a Primera en junio de 2012. La repentina muerte de Preciado, apenas unas horas antes de ser presentados en El Madrigal, le deja sin un amigo y, también, sin equipo.

De inmediato recibe la oferta Fran Escribá para acompañarle en el Elche, que también busca el objetivo de un ascenso que se logrará a las primeras de cambio, con gran autoridad sobre el resto de equipos. Con Escribá ha seguido creciendo y en la actualidad forman una de las parejas de entrenadores valencianos a los que se augura un futuro prometedor.

Tiempo habrá para ver si, algún día, regresa al Levante UD, el equipo del que sigue declarándose aficionado, para concluir la obra que la gran crisis de 2008 dejó momentáneamente interrumpida.