Con más sufrimiento del imaginado, Valencia Basket alcanzó ayer las semifinales de la liga Endesa. La tercera participación en su historia. Un pasaporte que no amarró hasta el último suspiro, pues a falta de 5 segundos para el final sólo ganaba de dos puntos (86-84). Un encuentro, este tercero, complicado y cargado de sufrimiento. Sin una tregua, ante un Cajasol ambicioso, despojado de prejuicios, y que a punto estuvo de ser la sorpresa de las eliminatorias. Superado este escollo, la duda ahora es si tanto desgaste físico, y psicológico, no dejará secuelas ante un FC Barcelona que aguarda desde el pasado sábado, oxigenado y entero físicamente. En las antípodas de un VBC al que ayer se vio mermado de facultades, sin la frescura de antaño y con una pieza como Bojan Dubljevic en el banquillo. Lesionado y sin plazo de regreso. Demasiados contratiempos a estas alturas de la competición, donde cada paso en falso se paga muy caro.

Las dudas iniciales, como en el primer partido, levantaron unas sospechas que nunca llegaron a despejarse con la contundencia a la que acostumbra el equipo de Velimir Perasovic. Aún así la primera mitad se decantó de su lado para ceder terreno en el tercer cuarto y aguantar el tipo en el último. Privados de la aportación ofensiva de Dubljevic, y de su intimidación en la pintura, Valencia Basket se agarró a Doellman y Sato, enormes en el rebote. En la parcela atacante sería Lafayette quien llevaría la voz cantante, con 22 tantos „5/8 en triples„, emergiendo además la mejor versión de Pablo Aguilar.

La pérdida de Lishchuk por faltas personales, en el minuto 32, no hizo sino añadir mayor incertidumbre al choque aunque Valencia Basket había adquirido una primera ventaja en el marcador (71-65). Muy exigua eso sí, vistos los escasos márgenes en los que se movió todo el partido anoche. Nunca se dejó doblegar el Cajasol Sevilla, que en esta tercera entrega de la serie supo dominar mejor los nervios. La presión, como es lógico, andaba en las filas de un Valencia Basket que si flaquea en defensa baja muchos enteros. Una antideportiva de Doellman, muy rigurosa por no decir injusta a falta de cuatro minutos, y con un marcador 79-71 despertó de nuevo el temor en la grada, consciente del impacto psicológico de tal decisión arbitral.

La angustia no desaparecería hasta el bocinazo final, pues el conjunto de Aíto si algo desplegó fue una enorme fortaleza mental.